sábado, 4 de julio de 2015

Aprendiendo...

Sigo investigando sobre el tema. Comencé a prestar atención a lo que como. Hace unos días leí un artículo muy interesante de Mario López: Comer muchos cereales no es macrobiótica. En sus palabras me sentí plenamente identificada. Comer mucho arroz integral no te hace macrobiótico, claramente. De hecho, hay gente muy inuitiva que lleva una dieta macrobiótica prestando atención a lo que su organismo necesita.
En mi caso específico soy una persona que necesita comer carne. No digo que necesito comerme un asado argentino todos los días de mi vida. Eso sería terrible para mi pobre hígado. Pero sí es cierto que necesito comer carne roja de vez en cuando. Y variar con pollo y pescado de buena calidad. También siento que necesito comer huevos (los compro de granja, con la yema bien naranja y la clara untuosa).
Por mi trabajo de terapeuta de shiatsu uso mucho el cuerpo, necesito energía y me doy cuenta de que cuando como carne me sacío sin tanta necesidad de comer hidratos.
Lo interesante de este artículo es que deja bien claro que la macrobiótica no es una dieta dogmática sino una filosofía de vida que uno va descubriendo de acuerdo a su energía. No será lo mismo lo que comamos cuando tengamos que tratar una condición específica que cuando estemos sanos y vibrantes. Buscar la perfecta combinación entre el yin y el yang que todo lo forman. Aprender esto es fundamental para armar un buen plato equilibrado.
¿Me falta yin o me falta yang?
¿De qué carencia proviene este malestar que tengo?
¿Qué puedo cambiar?
En fin, intentar ser honesto con uno mismo.   

miércoles, 1 de julio de 2015

Verde que te quiero alga

En muy pequeña cantidad nos pueden traer grandes beneficios.
Las algas son un alimento valiosísimo para quien esté intentando cambiar hábitos en su dieta. Ayudan a eliminar toxinas y son fuente de minerales y oligoelementos vitales para el organismo.
A esta increíble riqueza marítima ¡es preciso integrarla a la vida!
En ellas encontraremos el calcio, hierro, potasio, magnesio y otros nutrientes que nuestro cuerpo necesita. No siempre es fácil cubrir todas las necesidades nutricionales pero las algas pueden ayudarnos a ello ¡y en porciones pequeñas!
Las algas pueden consumirse en sopas, ensaladas, con los cereales y las legumbres. Con agregar un trocito ya es suficiente. Cada una tiene un aporte distinto.
Aquí les dejo un pequeño muestrario de lo que sé de algunas algas que yo misma he probado en diversos platos.

La reina: el alga Kombu.

La primer alga que comí y aprendí a usar. Rica en ácido algénico que actúa como un limpiador natural de los intestinos. Además los fortalece. A su vez, posee ácido glutámico que permite ablandar la fibra de otros alimentos. Por eso se recomienda cocinar las legumbres con un trocito de alga kombu. Quedan más tiernas y digeribles. También es buena para combatir el meteorismo, un efecto desagradable que puede producirse por comer legumbres a diario. También las verduras pueden cocinarse con alga Kombu. En ese caso el alga les añadirá a las verduras sus poderosos nutrientes.

La princesa: el alga Wakame. 

Muy rica en calcio, hierro, vitaminas A y C, niacina y proteínas. Además tiene propiedades antibacterianas. Es ideal para usar en sopas. Es preciso agregarle un trocito ya que se expande mucho cuando se hidrata. Ideal para los caldos, los deja llena de minerales.

La doncella: el alga Nori

A esta seguro que la conocen si alguna vez han comido sushi. El alga que rodea el sushi es el alga Nori. Suele tostarse directamente sobre la llama haciendo que la hoja flamee un poco. Queda crujiente. Es mejor comprar la hoja entera y que sea de color verde brillante y quebradiza. Si es un color medio violáceo ya no será de tan buena calidad. Es el alga que más proteína posee. También vitaminas B, C y A.


La madre: el alga Hiziki.

¿Dejaste de comer lácteos y estás preocupado por el calcio? La Hiziki será tu alga amiga.
100 g de Hiziki contienen 1.400 gr de calcio. Queda muy bien combinada con verduras dulces como la cebolla y la zanahoria. 

Bibliografía: Macrobiótica para todos, Perla Palacci de Jacobowitz.