Sigo investigando sobre el tema. Comencé a prestar atención a lo que como. Hace unos días leí un artículo muy interesante de Mario López: Comer muchos cereales no es macrobiótica. En sus palabras me sentí plenamente identificada. Comer mucho arroz integral no te hace macrobiótico, claramente. De hecho, hay gente muy inuitiva que lleva una dieta macrobiótica prestando atención a lo que su organismo necesita.
En mi caso específico soy una persona que necesita comer carne. No digo que necesito comerme un asado argentino todos los días de mi vida. Eso sería terrible para mi pobre hígado. Pero sí es cierto que necesito comer carne roja de vez en cuando. Y variar con pollo y pescado de buena calidad. También siento que necesito comer huevos (los compro de granja, con la yema bien naranja y la clara untuosa).
Por mi trabajo de terapeuta de shiatsu uso mucho el cuerpo, necesito energía y me doy cuenta de que cuando como carne me sacío sin tanta necesidad de comer hidratos.
Lo interesante de este artículo es que deja bien claro que la macrobiótica no es una dieta dogmática sino una filosofía de vida que uno va descubriendo de acuerdo a su energía. No será lo mismo lo que comamos cuando tengamos que tratar una condición específica que cuando estemos sanos y vibrantes. Buscar la perfecta combinación entre el yin y el yang que todo lo forman. Aprender esto es fundamental para armar un buen plato equilibrado.
¿Me falta yin o me falta yang?
¿De qué carencia proviene este malestar que tengo?
¿Qué puedo cambiar?
En fin, intentar ser honesto con uno mismo.
Cielo despejado
Blog sobre macrobiótica, ayurveda, naturismo, vegetarianismo, omnivorismo, y varios ismos más.
sábado, 4 de julio de 2015
miércoles, 1 de julio de 2015
Verde que te quiero alga
En muy pequeña cantidad nos pueden traer grandes beneficios.
Las algas son un alimento valiosísimo para quien esté intentando cambiar hábitos en su dieta. Ayudan a eliminar toxinas y son fuente de minerales y oligoelementos vitales para el organismo.
A esta increíble riqueza marítima ¡es preciso integrarla a la vida!
En ellas encontraremos el calcio, hierro, potasio, magnesio y otros nutrientes que nuestro cuerpo necesita. No siempre es fácil cubrir todas las necesidades nutricionales pero las algas pueden ayudarnos a ello ¡y en porciones pequeñas!
Las algas pueden consumirse en sopas, ensaladas, con los cereales y las legumbres. Con agregar un trocito ya es suficiente. Cada una tiene un aporte distinto.
Aquí les dejo un pequeño muestrario de lo que sé de algunas algas que yo misma he probado en diversos platos.
La reina: el alga Kombu.
La primer alga que comí y aprendí a usar. Rica en ácido algénico que actúa como un limpiador natural de los intestinos. Además los fortalece. A su vez, posee ácido glutámico que permite ablandar la fibra de otros alimentos. Por eso se recomienda cocinar las legumbres con un trocito de alga kombu. Quedan más tiernas y digeribles. También es buena para combatir el meteorismo, un efecto desagradable que puede producirse por comer legumbres a diario. También las verduras pueden cocinarse con alga Kombu. En ese caso el alga les añadirá a las verduras sus poderosos nutrientes.
La princesa: el alga Wakame.
Muy rica en calcio, hierro, vitaminas A y C, niacina y proteínas. Además tiene propiedades antibacterianas. Es ideal para usar en sopas. Es preciso agregarle un trocito ya que se expande mucho cuando se hidrata. Ideal para los caldos, los deja llena de minerales.
La doncella: el alga Nori
A esta seguro que la conocen si alguna vez han comido sushi. El alga que rodea el sushi es el alga Nori. Suele tostarse directamente sobre la llama haciendo que la hoja flamee un poco. Queda crujiente. Es mejor comprar la hoja entera y que sea de color verde brillante y quebradiza. Si es un color medio violáceo ya no será de tan buena calidad. Es el alga que más proteína posee. También vitaminas B, C y A.
La madre: el alga Hiziki.
¿Dejaste de comer lácteos y estás preocupado por el calcio? La Hiziki será tu alga amiga.
100 g de Hiziki contienen 1.400 gr de calcio. Queda muy bien combinada con verduras dulces como la cebolla y la zanahoria.
Bibliografía: Macrobiótica para todos, Perla Palacci de Jacobowitz.
Las algas son un alimento valiosísimo para quien esté intentando cambiar hábitos en su dieta. Ayudan a eliminar toxinas y son fuente de minerales y oligoelementos vitales para el organismo.
A esta increíble riqueza marítima ¡es preciso integrarla a la vida!
En ellas encontraremos el calcio, hierro, potasio, magnesio y otros nutrientes que nuestro cuerpo necesita. No siempre es fácil cubrir todas las necesidades nutricionales pero las algas pueden ayudarnos a ello ¡y en porciones pequeñas!
Las algas pueden consumirse en sopas, ensaladas, con los cereales y las legumbres. Con agregar un trocito ya es suficiente. Cada una tiene un aporte distinto.
Aquí les dejo un pequeño muestrario de lo que sé de algunas algas que yo misma he probado en diversos platos.
La reina: el alga Kombu.
La primer alga que comí y aprendí a usar. Rica en ácido algénico que actúa como un limpiador natural de los intestinos. Además los fortalece. A su vez, posee ácido glutámico que permite ablandar la fibra de otros alimentos. Por eso se recomienda cocinar las legumbres con un trocito de alga kombu. Quedan más tiernas y digeribles. También es buena para combatir el meteorismo, un efecto desagradable que puede producirse por comer legumbres a diario. También las verduras pueden cocinarse con alga Kombu. En ese caso el alga les añadirá a las verduras sus poderosos nutrientes.
La princesa: el alga Wakame.
Muy rica en calcio, hierro, vitaminas A y C, niacina y proteínas. Además tiene propiedades antibacterianas. Es ideal para usar en sopas. Es preciso agregarle un trocito ya que se expande mucho cuando se hidrata. Ideal para los caldos, los deja llena de minerales.
La doncella: el alga Nori
A esta seguro que la conocen si alguna vez han comido sushi. El alga que rodea el sushi es el alga Nori. Suele tostarse directamente sobre la llama haciendo que la hoja flamee un poco. Queda crujiente. Es mejor comprar la hoja entera y que sea de color verde brillante y quebradiza. Si es un color medio violáceo ya no será de tan buena calidad. Es el alga que más proteína posee. También vitaminas B, C y A.
La madre: el alga Hiziki.
¿Dejaste de comer lácteos y estás preocupado por el calcio? La Hiziki será tu alga amiga.
100 g de Hiziki contienen 1.400 gr de calcio. Queda muy bien combinada con verduras dulces como la cebolla y la zanahoria.
Bibliografía: Macrobiótica para todos, Perla Palacci de Jacobowitz.
lunes, 29 de junio de 2015
Hoy
“Lo blando vence a lo duro y lo flexible a
lo rígido”(Tao The King).
La última entrada de este blog data de dos años atrás. Y no es para menos. Ha habido una increíble explosión en internet de blogs sobre macrobiótica, alimentación consciente, alimentación natural, alimentación orgánica, alimentación viva.
Paradójicamente a esta explosión de sitios a donde acudir por información, yo comencé a alejarme.
Dejé de lado la macrobiótica tal como la venía practicando. Algo pasó en mi vida que tuve que cambiar mi enfoque. La vida que llevé durante estos últimos dos años me lo exigía. Nada es completamente blanco o negro, malo o bueno. Fue lo que necesitaba. Si bien nunca abandoné los cereales integrales, las sopas, los porotos aduki, en fin, la búsqueda del equilibrio entre el yin y el yang, me permití también gozar de platos extravagantes, de diferentes tipos de carnes, de condimentos raros y de la abundancia de otras culturas.
Es difícil ser simple en un mundo tan variado. Es difícil el equilibrio en un mundo de deseos.
Necesité flexibilizarme. Desordenarme. Volverme caótica.
Necesité de la imperfección, aprender a amarla. Romper con un espejo de humo.
En estos días de invierno, sin embargo, elijo el miso, el té bancha, los cereales, las hojas verdes, las raíces, el aduki y las algas.
Hubo una tormenta.
Hoy mi alma me pide volver.
La última entrada de este blog data de dos años atrás. Y no es para menos. Ha habido una increíble explosión en internet de blogs sobre macrobiótica, alimentación consciente, alimentación natural, alimentación orgánica, alimentación viva.
Paradójicamente a esta explosión de sitios a donde acudir por información, yo comencé a alejarme.
Dejé de lado la macrobiótica tal como la venía practicando. Algo pasó en mi vida que tuve que cambiar mi enfoque. La vida que llevé durante estos últimos dos años me lo exigía. Nada es completamente blanco o negro, malo o bueno. Fue lo que necesitaba. Si bien nunca abandoné los cereales integrales, las sopas, los porotos aduki, en fin, la búsqueda del equilibrio entre el yin y el yang, me permití también gozar de platos extravagantes, de diferentes tipos de carnes, de condimentos raros y de la abundancia de otras culturas.
Es difícil ser simple en un mundo tan variado. Es difícil el equilibrio en un mundo de deseos.
Necesité flexibilizarme. Desordenarme. Volverme caótica.
Necesité de la imperfección, aprender a amarla. Romper con un espejo de humo.
En estos días de invierno, sin embargo, elijo el miso, el té bancha, los cereales, las hojas verdes, las raíces, el aduki y las algas.
Hubo una tormenta.
Hoy mi alma me pide volver.
miércoles, 27 de marzo de 2013
Cómo está tu dentadura
El Dr Weston Price era un dentista que por los años '20 empezó a ver que junto con la invasión de alimentos industrializados y los cambios
en la dieta, se deformaban los dientes de los niños, sus arcos
dentarios, sus mandíbulas, y hasta sus orificios nasales. Todos estos
cambios, a veces, se producían en una sola generación. A raíz de todo esto que veía,
Price comenzó a estudiar e investigar pueblos que aún vivían dentro de su
patrón cultural y alimenticio original. Desafortunadamente encontró esta misma pauta por
todos lados.
A continuación les dejo un fragmento del libro El mito vegetariano de Lierre Keith, recientemente traducido al español.
“El doctor Weston Price ejerció como dentista en Cleveland, Ohio. Nació en una granja en Canadá y se graduó en 1893. La fecha es importante, pues significa que comenzó a ejercer antes de la inundación de alimentos industrializados. En el transcurso de los siguientes treinta años, observó como las dentaduras —y también la salud general— de los niños se deterioraba. De un momento para otro, se encontró con niños cuyos dientes no encajaban bien en sus bocas, niños con mandíbulas atrofiadas, niños con muchas caries. Notó no solo que sus arcos dentarios eran demasiado pequeños, sino también que sus pasajes nasales eran anormalmente estrechos. Además, sufrían de problemas de salud generalizados: asma, alergia, problemas de conducta. Su hipótesis era que estas anomalías y deterioro se debían a deficiencias nutricionales. Para poner a prueba esta hipótesis, él y su esposa Florence, que era enfermera, viajaron por el mundo en busca de culturas cuyos integrantes gozaran de perfecta salud. En la década de 1930 aún existían tales culturas. También encontró a pueblos que habían abandonado sus alimentos tradicionales, sustituyéndolos por “los alimentos invasores que trae nuestra civilización moderna”. Los resultados eran los mismos en todas partes: caries, arcos dentarios reducidos, deformidades esqueléticas, cáncer y todo el espectro de las enfermedades degenerativas. Price tomó meticulosas notas sobre las dietas de diversos pueblos. También recogió muestras de sus alimentos y las analizó. Y, quizás lo más importante, tomó fotos. En su informe sobre sus viajes, llamado Nutrition and Physical Degeneration [Nutrición y degeneración física] escribió:
Para presentar la evidencia, he hecho un amplio uso de fotografías. Se dice que una buena ilustración vale tanto como mil palabras de texto… las imágenes son mucho más convincentes que cualquier palabra, y dado que el texto contradice a muchas de las teorías actualmente vigentes, es esencial presentar la información de la manera más concluyente que sea posible.
Fue una obra esencial para mí. Tras leer el texto una vez, no volví a él. Pero sí miré las fotos una y otra vez. Los dientes, perfectos como collares de perlas en los padres, se inclinaban y torcían en las bocas de sus hijos. Era como si un terremoto hubiese pasado por esas mandíbulas. De hecho, eso era lo que había ocurrido, pero no solo en sus mandíbulas sino en toda su cultura. Y la decadencia de su salud era solo uno de los horribles resultados.
Price estudió a una cantidad de grupos muy alejados de la civilización. Buscaba ejemplos de salud colectiva perfecta, cuyos indicios serían la inexistencia de problemas dentales y de enfermedades crónicas, degenerativas e infecciosas en todas las generaciones. Examinó los dientes y la salud general de pueblos montañeses suizos y de celtas de las Hébridas Exteriores, de los pueblos Inuit y Cree de América del Norte, de los melanesios y polinesios del sur del pacífico. Los Price recorrieron cerca de 10 000 kilómetros en África y estudiaron a treinta tribus. De esas treinta, seis evidenciaban la salud robusta que buscaba.
Price conoció a una gama de culturas humanas que incluía a cazadores-recolectores, pastores y agricultores, que consumían una amplia variedad de alimentos. El doctor Ron Schmid, autor de Native Nutrition: Eating According to Ancestral Wisdom [Nutrición nativa: comer según la sabiduría ancestral] escribe:
Las tribus que consumían alimentos naturales basados en granos tenían arcos dentarios bien formados y resistencia a las enfermedades infecciosas, pero su desarrollo físico, resistencia al deterioro dental y fuerza eran inferiores a los de las tribus que consumían más alimentos de origen animal. Los pueblos de más fuerza física, que a menudo tenían también una resistencia del 100 % a las enfermedades de los dientes eran los pastores-cazadores-pescadores.
En los pueblos y puertos donde algunos grupos consumían una combinación
de alimentos refinados y primitivos, existían problemas, aunque nunca
en la escala en que se manifestaban cuando los alimentos nativos habían
sido abandonados por completo.
Price vio esa misma pauta en Australia, donde los aborígenes costeros que comían alimentos de origen marino eran los más saludables. Cuando esa dieta era sustituida por alimentos agrícolas refinados “la tuberculosis y la artritis deformante se volvían comunes.”
Los Price también encontraron salud perfecta entre los habitantes de las islas del estrecho de Torres. El médico gubernamental encargado de los isleños declaró que en los trece años que llevaba entre la población nativa de cuatro mil personas, no había visto ni un caso de cáncer. Sí había operado varias docenas de tumores malignos en la población blanca, unas trescientas personas. De hecho, cualquier condición que requiriera de cirugía era extremadamente infrecuente entre los nativos. Los pueblos indígenas se resistían a la asimilación y a la comida industrial en particular. Entendían que los almacenes del gobierno representaban un peligro y en muchas ocasiones estuvieron a punto de actuar con violencia contra esas instalaciones. Ojalá siguiésemos su ejemplo.
En Nueva Zelanda, los Price trataron con maoríes en todas las etapas de asimilación a la occidentalización, y documentaron la misma decadencia de la salud y aumento de la vulnerabilidad a las enfermedades degenerativas.
El valor del trabajo del doctor Price radica en que supo discernir un patrón. No lo distrajeron las variaciones de macronutrientes ni las diferencias en la alimentación básica. Logró identificar los principios dietarios que garantizaban la inmunidad perfecta a las enfermedades crónicas y degenerativas. Escribe Schmid: “Price nos brindó evidencias abrumadoras de las leyes naturales referidas a las necesidades dietéticas, leyes que operan sobre todos los seres humanos y que regulan la inmunidad, la reproducción y prácticamente todos los aspectos de la salud”.
Lo que los pueblos “inmunes” valoraban ante todo eran las grasas animales, ricas en nutrientes: vísceras, medula ósea, aceites y huevas de pescado, yema de huevo, sebo, mantequilla. El hígado era particularmente apreciado; a menudo se lo comía crudo y algunos lo consideraban sagrado. Schmid escribe que “alimentos provenientes de uno o más de un grupo de seis eran absolutamente esenciales.” Estos seis grupos eran:
1. Alimentos de origen marino: peces y moluscos, vísceras de
peces, aceite de hígado de pez, huevas.
2. Vísceras de animales salvajes o animales domésticos
alimentados a pasto.
3. Insectos.
4. Grasas de ciertas aves y de animales monogástricos (de un
solo estómago) como mamíferos marinos, conejillos de Indias,
osos y puercos.
5. Yema de huevo de gallinas alimentadas a campo y otras aves.
6. Leche entera, queso y mantequilla de animales alimentados
de hierba.
Cuando Price analizó estos alimentos —había recolectado más de 10 000 muestras— descubrió que los grupos inmunes ingerían más de diez veces más vitaminas A y D que los estadounidenses de la época. Estas vitaminas se encuentran exclusivamente en la grasa animal. Además, los alimentos en cuestión tenían más del cuádruple de minerales y vitaminas hidrosolubles que los consumidos por los civilizados. La autora y activista Sally Fallon escribe: “Para Price las vitaminas liposolubles eran “catalizadores” o “activadores” de los que dependía la asimilación de todos los demás nutrientes, es decir, proteínas, minerales y vitaminas. En otras palabras, sin los elementos dietéticos presentes en las grasas animales, buena parte de los demás nutrientes se desperdiciarían.”
Si estás prestando atención, te darás cuenta de que Price tenía razón. Las vitaminas A, S, K y E solo están disponibles en las grasas animales y esas grasas son necesarias para la absorción de minerales y la digestión de proteínas.
Otros médicos también han observado la perfecta salud casi universal entre cazadores-recolectores. El doctor Edward Howell, pionero en la investigación de las enzimas, informó sobre otro médico que vivía con la población indígena cerca de Aklavik (norte de Canadá); afirmó que su colega “nunca había visto ni un solo caso de malignidad.” Un informe de un médico que examinó a cientos de pueblos indígenas que consumían sus alimentos nativos encontró que entre ellos “no hay indicio alguno de enfermedad cardíaca… tampoco cáncer ni diabetes.” Tales observaciones son frecuentes en la literatura antropológica, pero ignoradas por completo por las instituciones médicas que controlan las políticas de salud pública de los Estados Unidos.
En 1933, Price entrevistó al doctor Josef Romig, un cirujano que trabajó durante treinta y seis años entre pueblos nativos tradicionales y asimilados en Alaska. “El cáncer era desconocido” entre las poblaciones tradicionales. “Nunca vio ni un solo caso”. Cuando adoptaban los alimentos de los civilizados —harina, azúcar, aceite vegetal—“se volvía frecuente.” Cuando un integrante de las comunidades asimiladas contraía tuberculosis, Romig le recetaba que regresara a “su modo de vida nativo y a su dieta nativa, rica en nutrientes.” Por lo general, la tuberculosis era fatal entre quienes consumían los alimentos de la civilización, pero solía curarse en aquellos que regresaban a su dieta nativa”. Tal dieta consistía de “ballena, caribú, buey almizclero, liebre ártica, perdiz nival , morsa, foca, oso polar, gaviotas, gansos, patos, alcas y peces, todos los cuales se consumían a menudo, aunque no siempre, crudos y fermentados.” También comían generosas cantidades de salmones y huevas.
Las vísceras de grandes mamíferos terrestres también se consumían crudas. Los alimentos vegetales que se consumían con mayor frecuencia eran hierbas de la familia de la acedera y capullos florales conservados en aceite de foca y el contenido fermentado del estómago del caribú.
Los componentes crudos de estas grasas son críticos. El metabolismo de las grasas cocidas resulta en subproductos llamados cuerpos cetónicos. Una cantidad elevada de cuerpos cetónicos en sangre y orina indica un estado conocido como cetosis. Los niveles de cuerpos cétonicos de las personas que consumen dietas bajas en carbohidratos como la dieta Atkins son una inagotable fuente de controversia. Si los detractores de los bajos carbohidratos, tanto los de los medios como los de la profesión médica, supieran un poco más de biología, cambiarían de idea. El periodista Gary Taubes entrevistó a expertos en cetosis para un artículo pionero que publicó en el New York Times, titulado “What If It’s All Been a Big Fat Lie?” [“¿Y si todo era una mentira muy gorda?”]. Los expertos “respaldaron a Atkins de forma unánime, y sugirieron que tal vez lo que pasa es que tanto la comunidad médica como los periodistas confunden cetosis con cetoacidosis, una variante de la cetosis que se da en los diabéticos que no se tratan y que puede ser fatal.” La cetosis es un estado perfectamente natural. Evolucionamos para almacenar grasa cuando disponemos de mucha y quemarla cuando el alimento escasea. “Las cetonas no son un veneno, como gusta de afirmar la prensa, sino que contribuyen a que el cuerpo funcione con más eficiencia, además de proveer una fuente alternativa de combustible para el cerebro” explica Taubes. Un experto “demostró que tanto el cerebro como el corazón funcionan de manera más eficiente a base de cetona que con el azúcar de la sangre.” Lo cual hace pensar si no serán el combustible para el que estamos diseñados.
Pero lo que es aun más interesante es que en los estudios de pueblos indígenas, que en esencia no comen nada más que proteína y grasa, “no se han encontrado ni rastros de cetosis. Estos pueblos nativos metabolizaban por completo las grasas de su dieta alta en grasa y proteínas, porque muchas de esas grasas se consumían crudas. Ello no es sorprendente, pues la lipasa [una enzima para la digestión de las grasas] se encuentra en altas concentraciones en las grasas naturales crudas.” Los humanos comen alimentos cocidos desde hace 200 000 años, apenas un parpadeo en términos de evolución. Los integrantes de nuestra especie que recuerdan el valor de las grasas crudas, que mantienen intactas sus enzimas y vitaminas, son quienes mantuvieron impoluto el patrón humano básico. Cuando Price les preguntó a integrantes de los grupos inmunes por qué comían lo que comían, la respuesta siempre fue la misma: “Para hacer bebés perfectos.”″
A continuación les dejo un fragmento del libro El mito vegetariano de Lierre Keith, recientemente traducido al español.
“El doctor Weston Price ejerció como dentista en Cleveland, Ohio. Nació en una granja en Canadá y se graduó en 1893. La fecha es importante, pues significa que comenzó a ejercer antes de la inundación de alimentos industrializados. En el transcurso de los siguientes treinta años, observó como las dentaduras —y también la salud general— de los niños se deterioraba. De un momento para otro, se encontró con niños cuyos dientes no encajaban bien en sus bocas, niños con mandíbulas atrofiadas, niños con muchas caries. Notó no solo que sus arcos dentarios eran demasiado pequeños, sino también que sus pasajes nasales eran anormalmente estrechos. Además, sufrían de problemas de salud generalizados: asma, alergia, problemas de conducta. Su hipótesis era que estas anomalías y deterioro se debían a deficiencias nutricionales. Para poner a prueba esta hipótesis, él y su esposa Florence, que era enfermera, viajaron por el mundo en busca de culturas cuyos integrantes gozaran de perfecta salud. En la década de 1930 aún existían tales culturas. También encontró a pueblos que habían abandonado sus alimentos tradicionales, sustituyéndolos por “los alimentos invasores que trae nuestra civilización moderna”. Los resultados eran los mismos en todas partes: caries, arcos dentarios reducidos, deformidades esqueléticas, cáncer y todo el espectro de las enfermedades degenerativas. Price tomó meticulosas notas sobre las dietas de diversos pueblos. También recogió muestras de sus alimentos y las analizó. Y, quizás lo más importante, tomó fotos. En su informe sobre sus viajes, llamado Nutrition and Physical Degeneration [Nutrición y degeneración física] escribió:
Para presentar la evidencia, he hecho un amplio uso de fotografías. Se dice que una buena ilustración vale tanto como mil palabras de texto… las imágenes son mucho más convincentes que cualquier palabra, y dado que el texto contradice a muchas de las teorías actualmente vigentes, es esencial presentar la información de la manera más concluyente que sea posible.
Fue una obra esencial para mí. Tras leer el texto una vez, no volví a él. Pero sí miré las fotos una y otra vez. Los dientes, perfectos como collares de perlas en los padres, se inclinaban y torcían en las bocas de sus hijos. Era como si un terremoto hubiese pasado por esas mandíbulas. De hecho, eso era lo que había ocurrido, pero no solo en sus mandíbulas sino en toda su cultura. Y la decadencia de su salud era solo uno de los horribles resultados.
Price estudió a una cantidad de grupos muy alejados de la civilización. Buscaba ejemplos de salud colectiva perfecta, cuyos indicios serían la inexistencia de problemas dentales y de enfermedades crónicas, degenerativas e infecciosas en todas las generaciones. Examinó los dientes y la salud general de pueblos montañeses suizos y de celtas de las Hébridas Exteriores, de los pueblos Inuit y Cree de América del Norte, de los melanesios y polinesios del sur del pacífico. Los Price recorrieron cerca de 10 000 kilómetros en África y estudiaron a treinta tribus. De esas treinta, seis evidenciaban la salud robusta que buscaba.
Price conoció a una gama de culturas humanas que incluía a cazadores-recolectores, pastores y agricultores, que consumían una amplia variedad de alimentos. El doctor Ron Schmid, autor de Native Nutrition: Eating According to Ancestral Wisdom [Nutrición nativa: comer según la sabiduría ancestral] escribe:
Las tribus que consumían alimentos naturales basados en granos tenían arcos dentarios bien formados y resistencia a las enfermedades infecciosas, pero su desarrollo físico, resistencia al deterioro dental y fuerza eran inferiores a los de las tribus que consumían más alimentos de origen animal. Los pueblos de más fuerza física, que a menudo tenían también una resistencia del 100 % a las enfermedades de los dientes eran los pastores-cazadores-pescadores.
Price vio esa misma pauta en Australia, donde los aborígenes costeros que comían alimentos de origen marino eran los más saludables. Cuando esa dieta era sustituida por alimentos agrícolas refinados “la tuberculosis y la artritis deformante se volvían comunes.”
Los Price también encontraron salud perfecta entre los habitantes de las islas del estrecho de Torres. El médico gubernamental encargado de los isleños declaró que en los trece años que llevaba entre la población nativa de cuatro mil personas, no había visto ni un caso de cáncer. Sí había operado varias docenas de tumores malignos en la población blanca, unas trescientas personas. De hecho, cualquier condición que requiriera de cirugía era extremadamente infrecuente entre los nativos. Los pueblos indígenas se resistían a la asimilación y a la comida industrial en particular. Entendían que los almacenes del gobierno representaban un peligro y en muchas ocasiones estuvieron a punto de actuar con violencia contra esas instalaciones. Ojalá siguiésemos su ejemplo.
En Nueva Zelanda, los Price trataron con maoríes en todas las etapas de asimilación a la occidentalización, y documentaron la misma decadencia de la salud y aumento de la vulnerabilidad a las enfermedades degenerativas.
El valor del trabajo del doctor Price radica en que supo discernir un patrón. No lo distrajeron las variaciones de macronutrientes ni las diferencias en la alimentación básica. Logró identificar los principios dietarios que garantizaban la inmunidad perfecta a las enfermedades crónicas y degenerativas. Escribe Schmid: “Price nos brindó evidencias abrumadoras de las leyes naturales referidas a las necesidades dietéticas, leyes que operan sobre todos los seres humanos y que regulan la inmunidad, la reproducción y prácticamente todos los aspectos de la salud”.
Lo que los pueblos “inmunes” valoraban ante todo eran las grasas animales, ricas en nutrientes: vísceras, medula ósea, aceites y huevas de pescado, yema de huevo, sebo, mantequilla. El hígado era particularmente apreciado; a menudo se lo comía crudo y algunos lo consideraban sagrado. Schmid escribe que “alimentos provenientes de uno o más de un grupo de seis eran absolutamente esenciales.” Estos seis grupos eran:
1. Alimentos de origen marino: peces y moluscos, vísceras de
peces, aceite de hígado de pez, huevas.
2. Vísceras de animales salvajes o animales domésticos
alimentados a pasto.
3. Insectos.
4. Grasas de ciertas aves y de animales monogástricos (de un
solo estómago) como mamíferos marinos, conejillos de Indias,
osos y puercos.
5. Yema de huevo de gallinas alimentadas a campo y otras aves.
6. Leche entera, queso y mantequilla de animales alimentados
de hierba.
Cuando Price analizó estos alimentos —había recolectado más de 10 000 muestras— descubrió que los grupos inmunes ingerían más de diez veces más vitaminas A y D que los estadounidenses de la época. Estas vitaminas se encuentran exclusivamente en la grasa animal. Además, los alimentos en cuestión tenían más del cuádruple de minerales y vitaminas hidrosolubles que los consumidos por los civilizados. La autora y activista Sally Fallon escribe: “Para Price las vitaminas liposolubles eran “catalizadores” o “activadores” de los que dependía la asimilación de todos los demás nutrientes, es decir, proteínas, minerales y vitaminas. En otras palabras, sin los elementos dietéticos presentes en las grasas animales, buena parte de los demás nutrientes se desperdiciarían.”
Si estás prestando atención, te darás cuenta de que Price tenía razón. Las vitaminas A, S, K y E solo están disponibles en las grasas animales y esas grasas son necesarias para la absorción de minerales y la digestión de proteínas.
Otros médicos también han observado la perfecta salud casi universal entre cazadores-recolectores. El doctor Edward Howell, pionero en la investigación de las enzimas, informó sobre otro médico que vivía con la población indígena cerca de Aklavik (norte de Canadá); afirmó que su colega “nunca había visto ni un solo caso de malignidad.” Un informe de un médico que examinó a cientos de pueblos indígenas que consumían sus alimentos nativos encontró que entre ellos “no hay indicio alguno de enfermedad cardíaca… tampoco cáncer ni diabetes.” Tales observaciones son frecuentes en la literatura antropológica, pero ignoradas por completo por las instituciones médicas que controlan las políticas de salud pública de los Estados Unidos.
En 1933, Price entrevistó al doctor Josef Romig, un cirujano que trabajó durante treinta y seis años entre pueblos nativos tradicionales y asimilados en Alaska. “El cáncer era desconocido” entre las poblaciones tradicionales. “Nunca vio ni un solo caso”. Cuando adoptaban los alimentos de los civilizados —harina, azúcar, aceite vegetal—“se volvía frecuente.” Cuando un integrante de las comunidades asimiladas contraía tuberculosis, Romig le recetaba que regresara a “su modo de vida nativo y a su dieta nativa, rica en nutrientes.” Por lo general, la tuberculosis era fatal entre quienes consumían los alimentos de la civilización, pero solía curarse en aquellos que regresaban a su dieta nativa”. Tal dieta consistía de “ballena, caribú, buey almizclero, liebre ártica, perdiz nival , morsa, foca, oso polar, gaviotas, gansos, patos, alcas y peces, todos los cuales se consumían a menudo, aunque no siempre, crudos y fermentados.” También comían generosas cantidades de salmones y huevas.
Las vísceras de grandes mamíferos terrestres también se consumían crudas. Los alimentos vegetales que se consumían con mayor frecuencia eran hierbas de la familia de la acedera y capullos florales conservados en aceite de foca y el contenido fermentado del estómago del caribú.
Los componentes crudos de estas grasas son críticos. El metabolismo de las grasas cocidas resulta en subproductos llamados cuerpos cetónicos. Una cantidad elevada de cuerpos cetónicos en sangre y orina indica un estado conocido como cetosis. Los niveles de cuerpos cétonicos de las personas que consumen dietas bajas en carbohidratos como la dieta Atkins son una inagotable fuente de controversia. Si los detractores de los bajos carbohidratos, tanto los de los medios como los de la profesión médica, supieran un poco más de biología, cambiarían de idea. El periodista Gary Taubes entrevistó a expertos en cetosis para un artículo pionero que publicó en el New York Times, titulado “What If It’s All Been a Big Fat Lie?” [“¿Y si todo era una mentira muy gorda?”]. Los expertos “respaldaron a Atkins de forma unánime, y sugirieron que tal vez lo que pasa es que tanto la comunidad médica como los periodistas confunden cetosis con cetoacidosis, una variante de la cetosis que se da en los diabéticos que no se tratan y que puede ser fatal.” La cetosis es un estado perfectamente natural. Evolucionamos para almacenar grasa cuando disponemos de mucha y quemarla cuando el alimento escasea. “Las cetonas no son un veneno, como gusta de afirmar la prensa, sino que contribuyen a que el cuerpo funcione con más eficiencia, además de proveer una fuente alternativa de combustible para el cerebro” explica Taubes. Un experto “demostró que tanto el cerebro como el corazón funcionan de manera más eficiente a base de cetona que con el azúcar de la sangre.” Lo cual hace pensar si no serán el combustible para el que estamos diseñados.
Pero lo que es aun más interesante es que en los estudios de pueblos indígenas, que en esencia no comen nada más que proteína y grasa, “no se han encontrado ni rastros de cetosis. Estos pueblos nativos metabolizaban por completo las grasas de su dieta alta en grasa y proteínas, porque muchas de esas grasas se consumían crudas. Ello no es sorprendente, pues la lipasa [una enzima para la digestión de las grasas] se encuentra en altas concentraciones en las grasas naturales crudas.” Los humanos comen alimentos cocidos desde hace 200 000 años, apenas un parpadeo en términos de evolución. Los integrantes de nuestra especie que recuerdan el valor de las grasas crudas, que mantienen intactas sus enzimas y vitaminas, son quienes mantuvieron impoluto el patrón humano básico. Cuando Price les preguntó a integrantes de los grupos inmunes por qué comían lo que comían, la respuesta siempre fue la misma: “Para hacer bebés perfectos.”″
jueves, 14 de marzo de 2013
Jornada Naturista
Invitación a participar y difundir. Gracias!
Andrea es una Médica Naturista que brinda y comparte información en como llevar el cuerpo y mente al máximo potencial a través de los alimentos!!
Andrea es una Médica Naturista que brinda y comparte información en como llevar el cuerpo y mente al máximo potencial a través de los alimentos!!
viernes, 8 de febrero de 2013
Merienda veraniega
Necesitaba motivación y esta merienda puede brindarlo.
Tomemoslo como una merienda saludable y poco macrobiótica.
Pero de seguro una merienda inspiradora y alegre.
Pan integral casero + Mayonesa de zanahoria + Albahaca
Jugo de Jengibre + Limón + Naranja + Albahaca con agua
martes, 15 de enero de 2013
Según Yogi Bhajan
Estos datos me los pasó un amigo por facebook y como algunos de ellos me parecieron sabrosos y practicables quería compartirlo en este espacio con ustedes. No tengo idea cuanto de verdad puede haber en ellos pero es interesante como algunos ya están incluidos en la dieta macrobiótica.
1 onz. (30 ml. aprox.) de zumo de jengibre todos los días elimina toxinas que hay en tu cuerpo.
2 onz. de ajo al día, eliminan los parásitos intestinales.
4 onz. de cebolla, harán que tu suministro de sangre se renueve.
Papaya y ciruela por la mañana con limón, sana totalmente el
sistema digestivo. Ya no tendrás más dolores de cabeza. Las jaquecas
comienzan en el estómago.
3 alcachofas a la semana, no tendrás problemas de hígado.
Fruta de la pasión es el mejor afrodisíaco.
Guayaba con sal, tu humor será suave.
1 plátano todas las mañanas, te liberará de problemas con el calcio y el potasio.
A las 16ºº hrs: una cucharada de pasas, para no tener depresión.
Mangos con leche para engordar, mangos con limón para adelgazar.
La sandía tiene una
parte entre la parte roja y la cáscara: esa parte tómatela en un zumo, tiene minerales y te dará ligereza. La parte roja dásela a
los niños y la cáscara a los animales. Las semillas de la sandía le dan
a la mujer el hierro y los minerales que necesita.
Cúrcuma, leche y aceite: LECHE DORADA, no tendrás impurezas en el cuerpo.
Para la mujer, sandía, para los problemas urinarios, pues tiene minerales.
Melón (el verde) por sus iones de zinc, te puede quitar todos los miedos que tienes ahora.
Sopa de lechuga, dormirás tan bien (es un opio natural)
En la mañana, como mujer debes darte una ducha fría y masajear
tus pechos: esto abrirá los capilares
sanguíneos.
Tamarindo, la
trinidad de las raíces y masala hecho en una sopa con plátano, es una
mega dosis de calcio y potasio, mirarás mejor, oirás mejor y hablarás
mejor (afecta la garganta y la vista).
Una persona para relacionarse debe tener COMPASIÓN, si lo haces con GRACIA serás un ángel.
No te relaciones como un animal.
No desperdicies el tesoro de la vida.
Bendiciones para todos.
domingo, 25 de noviembre de 2012
Croquetas de lentejas coral y arroz yamani
Cada tanto me acuerdo de sacarle foto a alguno de los platos que voy aprendiendo en mi recorrido macrobiótico ma non troppo.
Hace un tiempo me agencié de una cantidad bastante grande de lentejas coral. Hasta ahora las lentejas coral las usaba en sopas y no mucho más. Pero como ha llegado el tiempo cálido por estos alrededores porteños las lentejas coral se durmieron en un estante. Hasta hoy.
2 pocillos de lentejas coral
1 taza de arroz yamani
1 cebolla blanca
1 puerro
1 diente de ajo
zapallo anco
-Hervir en una cacerolita 2 pocillos de lentejas coral en 4 de agua. Si lo desean, pueden agregarle algas de mar al agua (kombu) para intensificarles el sabor de mar. Nota importante: las lentejas coral tardan muy poco en cocinarse por lo que conviene hacerlas a fuego bien lento. En unos quince minutos estarán listas. Hay que tener cuidado de que no queden hechas puré pues se desarman con mucha facilidad.
-Hacer el arroz yamaní de la manera que ya indicamos en otra receta del blog.
-Enfriar ambas partes y unir las lenetjas con el arroz en un bol.
-En una sartén saltear la cebolla, el puerro y el diente de ajo hasta que estén transparentes. Agregar a la mezcla.
-Cortar pedazos del zapallo y concinarlos en una vaporiera. Agregar a la mezcla y hacerlos puré.
-Salpimentar.
-Dejar que se enfríe.
-Armar hamburguesitas, rollitos o bolitas y pasarlas por pan rallado o, en su defecto, avena arrollada si no quieren usar harina.
-Pueden freírlas o hacerlas al horno.
Las que ven ahí están hechas al horno. Las comimos aderezadas con jugo de limón.
Hace un tiempo me agencié de una cantidad bastante grande de lentejas coral. Hasta ahora las lentejas coral las usaba en sopas y no mucho más. Pero como ha llegado el tiempo cálido por estos alrededores porteños las lentejas coral se durmieron en un estante. Hasta hoy.
2 pocillos de lentejas coral
1 taza de arroz yamani
1 cebolla blanca
1 puerro
1 diente de ajo
zapallo anco
-Hervir en una cacerolita 2 pocillos de lentejas coral en 4 de agua. Si lo desean, pueden agregarle algas de mar al agua (kombu) para intensificarles el sabor de mar. Nota importante: las lentejas coral tardan muy poco en cocinarse por lo que conviene hacerlas a fuego bien lento. En unos quince minutos estarán listas. Hay que tener cuidado de que no queden hechas puré pues se desarman con mucha facilidad.
-Hacer el arroz yamaní de la manera que ya indicamos en otra receta del blog.
-Enfriar ambas partes y unir las lenetjas con el arroz en un bol.
-En una sartén saltear la cebolla, el puerro y el diente de ajo hasta que estén transparentes. Agregar a la mezcla.
-Cortar pedazos del zapallo y concinarlos en una vaporiera. Agregar a la mezcla y hacerlos puré.
-Salpimentar.
-Dejar que se enfríe.
-Armar hamburguesitas, rollitos o bolitas y pasarlas por pan rallado o, en su defecto, avena arrollada si no quieren usar harina.
-Pueden freírlas o hacerlas al horno.
Las que ven ahí están hechas al horno. Las comimos aderezadas con jugo de limón.
jueves, 16 de agosto de 2012
Amantes del raw abstenerse
Pero en días como hoy no hay como un buen guisito de lentejas (sin agregado de carne, chorizo colorado o panceta que para darle sabor están las verduras y los condimentos).
viernes, 27 de julio de 2012
La importancia del desayuno
¡¡¡¡¡¡¡RIIINNNGGGG!!!!!!!!!
Suena el despertador y el cerebro empieza a preocuparse:
-Ya hay que levantarse y nos comimos todo el combustible...
Llama a la primera neurona que tiene a mano y manda un mensaje a ver qué disponibilidad hay de glucosa en la sangre.
Desde la sangre le responden:
-Aquí hay azúcar para unos 15 a 20 minutos, nada más.
El cerebro hace un gesto de duda, y le dice a la neurona mensajera:
-De acuerdo, vayan hablando con el hígado a ver qué tiene en reserva.
En el hígado consultan la cuenta de ahorros y responden que:
-A lo sumo los fondos alcanzan para unos 20 a 25 minutos.
En total no hay sino cerca de 290 gramos de glucosa, es decir que sólo alcanzará para 45 minutos, tiempo en el cual el cerebro estará rogándole a todos los santos si se nos ocurre desayunar.
Si estamos apurados o nos resulta insoportable comer por la mañana el pobre órgano tendrá que ponerse en emergencia:
-Alerta máxima: nos están tirando un paquete económico. Cortisona, hija, sacá lo que pueda de las células musculares, los ligamentos de los huesos y el colágeno de la piel.
La cortisona pondrá en marcha los mecanismos para que las células se abran cual cartera de mamá comprando útiles y dejen salir sus proteínas. Estas pasarán al hígado para que las convierta en glucosa sanguínea. El proceso continuará hasta que volvamos a comer.
Como se ve, quien cree que no desayuna se está engañando. Desayuna, sí, pero se come sus propios músculos. Se devora a sí mismo. La consecuencia es la pérdida del tono muscular y un cerebro que, en vez de ocuparse de sus funciones intelectuales, se pasará la mañana activando el sistema de emergencia para obtener combustible y alimento.
¿Cómo afecta eso nuestro peso? Al comenzar el día ayunando, se pone en marcha una estrategia de ahorro energético por lo cual el metabolismo disminuye. El cerebro no sabe si el ayuno será por unas horas o por unos días, así que toma las medidas restrictivas más severas.
Por eso, si la persona decide luego almorzar, la comida será aceptada como excedente, se desviará hacia el almacén de "grasa de reserva" y la persona engordará.
La razón de que los músculos sean los primeros utilizados como combustible de reserva en el ayuno matutino se debe a que en las horas de la mañana predomina la hormona cortisol que estimula la destrucción de las proteínas musculares y su conversión en glucosa.
Así que nunca más salgan sin desayunar. Tu organismo te los agradecerá y compensará con mayor salud y energía. Vivirás más sano y feliz junto con las personas que querés y tu mente y pensamientos serán más ágiles y espontáneos.
Fuente:
Dra. Daniela Jakubowicz (Endocrinóloga)
Suena el despertador y el cerebro empieza a preocuparse:
-Ya hay que levantarse y nos comimos todo el combustible...
Llama a la primera neurona que tiene a mano y manda un mensaje a ver qué disponibilidad hay de glucosa en la sangre.
Desde la sangre le responden:
-Aquí hay azúcar para unos 15 a 20 minutos, nada más.
El cerebro hace un gesto de duda, y le dice a la neurona mensajera:
-De acuerdo, vayan hablando con el hígado a ver qué tiene en reserva.
En el hígado consultan la cuenta de ahorros y responden que:
-A lo sumo los fondos alcanzan para unos 20 a 25 minutos.
En total no hay sino cerca de 290 gramos de glucosa, es decir que sólo alcanzará para 45 minutos, tiempo en el cual el cerebro estará rogándole a todos los santos si se nos ocurre desayunar.
Si estamos apurados o nos resulta insoportable comer por la mañana el pobre órgano tendrá que ponerse en emergencia:
-Alerta máxima: nos están tirando un paquete económico. Cortisona, hija, sacá lo que pueda de las células musculares, los ligamentos de los huesos y el colágeno de la piel.
La cortisona pondrá en marcha los mecanismos para que las células se abran cual cartera de mamá comprando útiles y dejen salir sus proteínas. Estas pasarán al hígado para que las convierta en glucosa sanguínea. El proceso continuará hasta que volvamos a comer.
Como se ve, quien cree que no desayuna se está engañando. Desayuna, sí, pero se come sus propios músculos. Se devora a sí mismo. La consecuencia es la pérdida del tono muscular y un cerebro que, en vez de ocuparse de sus funciones intelectuales, se pasará la mañana activando el sistema de emergencia para obtener combustible y alimento.
¿Cómo afecta eso nuestro peso? Al comenzar el día ayunando, se pone en marcha una estrategia de ahorro energético por lo cual el metabolismo disminuye. El cerebro no sabe si el ayuno será por unas horas o por unos días, así que toma las medidas restrictivas más severas.
Por eso, si la persona decide luego almorzar, la comida será aceptada como excedente, se desviará hacia el almacén de "grasa de reserva" y la persona engordará.
La razón de que los músculos sean los primeros utilizados como combustible de reserva en el ayuno matutino se debe a que en las horas de la mañana predomina la hormona cortisol que estimula la destrucción de las proteínas musculares y su conversión en glucosa.
Así que nunca más salgan sin desayunar. Tu organismo te los agradecerá y compensará con mayor salud y energía. Vivirás más sano y feliz junto con las personas que querés y tu mente y pensamientos serán más ágiles y espontáneos.
Fuente:
Dra. Daniela Jakubowicz (Endocrinóloga)
miércoles, 25 de julio de 2012
¡Fainá! (de mijo)
Prueben esto que no se van a arrepentir. No es la típica fainá sino que es una fainá de mijo, señores.
Originalmente todos sabemos que la fainá se hace con harina de garbanzos, agua y aceite. Pero esta fainá está hecha con mijo, un cereal que, admitámoslo, suele ser un poco soso (a veces) pero muy nutritivo para quienes tienen mucho trabajo intelectual. Es un alimento ideal para fortalecer el meridiano de bazo-páncreas y de fácil digestión para estómagos delicados.
Para esta fainá vamos a necesitar cocer el mijo. Basta con hervir una taza de mijo en dos tazas de agua en una cacerolita a fuego muy bajo y condimentar con un puñado de sal marina. Luego de su cocción, echamos el mijo cocido en el vaso de la minipymer junto con un poco de agua y aceite neutro. A su vez, yo lo condimenté con un poco de curry y una pasta de garbanzos previamente cocidos y triturados con ajo y perejil. Trituramos todo esto para que nos quede una pasta cremosa y perfumada.
Precalentamos el horno. Colocamos esta pasta cremosa en una asadera previamente aceitada y lo dejamos en el horno hasta que veamos que en la parte de arriba se forma como una costrita. Queda deliciosa.
Para esta vez aproveché que tenía un poquito de queso muzzarella y unas rodajas de tomate (nada macrobiótico, claramente) pero pueden obviar esta opción.
Originalmente todos sabemos que la fainá se hace con harina de garbanzos, agua y aceite. Pero esta fainá está hecha con mijo, un cereal que, admitámoslo, suele ser un poco soso (a veces) pero muy nutritivo para quienes tienen mucho trabajo intelectual. Es un alimento ideal para fortalecer el meridiano de bazo-páncreas y de fácil digestión para estómagos delicados.
Para esta fainá vamos a necesitar cocer el mijo. Basta con hervir una taza de mijo en dos tazas de agua en una cacerolita a fuego muy bajo y condimentar con un puñado de sal marina. Luego de su cocción, echamos el mijo cocido en el vaso de la minipymer junto con un poco de agua y aceite neutro. A su vez, yo lo condimenté con un poco de curry y una pasta de garbanzos previamente cocidos y triturados con ajo y perejil. Trituramos todo esto para que nos quede una pasta cremosa y perfumada.
Precalentamos el horno. Colocamos esta pasta cremosa en una asadera previamente aceitada y lo dejamos en el horno hasta que veamos que en la parte de arriba se forma como una costrita. Queda deliciosa.
Para esta vez aproveché que tenía un poquito de queso muzzarella y unas rodajas de tomate (nada macrobiótico, claramente) pero pueden obviar esta opción.
¡Salud!
lunes, 2 de julio de 2012
¡Patys!
Finalmente puedo decir que me torné experta en hacer milanesas de lo que quiera. Ya no dependo más de las milanesas compradas y estoy muy agradecida con el blog de Caro Pimiento que fue super clara en el paso a paso con fotos y todo.
Lo que ven aquí fue mi almuerzo que preparé en un santiamén. Milanesas de arroz yamaní y porotos aduki acompañadas con una mayonesa crudivegana de zanahoria y un poquito de ensalada de repollo colorado con semillas de girasol. Super nutritivas y fáciles de hacer. Lo único que necesitamos es organización.
El arroz yamaní en casa es como el pan de cada día. Siempre hay. Nunca ha de faltar. Para eso me conseguí una arrocera que amo con locura porque deja el arroz en su punto justo y yo no tengo que hacer nada. Simplemente pongo el arroz y me olvido. Las legumbres ya son otro cantar porque debo recordar que tengo que remojarlas con alga kombu durante al menos una noche y luego prepararlas. Los porotos aduki ya los había hervido y parte de ellos los había utillizado para una sopa.
Simplemente con tener la materia prima ya hecha (arroz y porotos) lo demás fue como agua que se escurre entre los dedos. En la minipymer coloqué los porotos con un diente de ajo, perejil y un chorrito de aceite de oliva. Se formó una pasta.
En un bowl mezclé el arroz con un poco de esta pasta (el resto la guardé en un tupper y quedará para otra cosa). Al mezclar está bueno aplastar un poco el arroz porque eso va ayudar a que después con las manos formemos bolas. El arroz tiene una consistencia genial para hacer la forma de hamburguesitas porque se pega naturalmente. Luego lo pasan por pan rallado (yo usé pan rallado integral) y las colocan en una placa aceitada previamente. Esto va a un horno moderado por unos veinte minutos (en realidad todo está cocido pero es rico que el pan rallado se ponga crujiente).
La mayonesa crudivegana de zanahorias es muy rica pero no es muy macrobiótica (la zanahoria está cruda). Para hacerla tenemos que rallar dos zanahorias y agregarles una taza de almendras ya activadas en agua y peladas. Luego se condimenta con un poco de orégano, sal, cúrcuma, el jugo de un limón y un chorro de aceite de oliva. Nuevamente pasamos todo eso por la minipiymer y nos queda una pasta deliciosa para degustar con lo que queramos.
Nota: Cuando Nico las vio en la foto me dijo: ¡te quedaron como patys!
Bueh.
¡A disfrutar!
jueves, 14 de junio de 2012
Leche del almendras
Para esta leche de almendras utilicé 12 almendras remojadas durante la noche (hay que activarlas entre seis a doce horas).
Por la mañana las coloqué en la licuadora junto con un vaso de agua (el agua de remojo se descarta a menos que se quiera obtener una leche con sabor más concentrado).
Licué.
Luego filtré el contenido con un lienzo (hay bolsitas especiales para esto pero yo tengo un lienzo que cosí a mano y va genial) y...
Voilà!
¡Leche de almendras para saborear! Pueden preparar licuados, usarla en tartas o en repostería. Anímense a hacerla. No es para nada difícil.
domingo, 10 de junio de 2012
Reflexiones acerca de
Ayer fui a un cumpleaños donde habían preparado un guiso de lentejas para agasajar a los invitados.
En ese momento, me acordé mucho de mis amigas vegetarianas y de cómo
durante años preparé guisos de distinta índole para los
cumpleaños e hice siempre una cacerola aparte donde no mezclaba la carne.
Después de todo, los guisos pueden ser con o sin carne, eso es algo que
aprendí hace mucho tiempo y lo respeto.
No soy vegetariana. Aún siento el impulso de comer carne. Esto es así y no lo reprimo. Son muchos años de consumo de carne y muchas generaciones en mi familia que lo han hecho. Aún no he abandonado el pescado (y no sé si alguna vez pueda hacerlo). Lentamente voy dejando de comer pollo y cuando lo consumo intento que sea pollo de campo. Pero de lo que sí estoy segura es que no quiero consumir más carne de vaca.
No deberíamos comer vacas por muchas razones. La vaca hace rato que ha dejado de ser el animal pacífico que pastaba en el campo verde. Por otro lado, si se piensa bien, con el equivalente de alimento que se le da a una vaca se podrían alimentar 25 personas y no 2 como generalmente ocurre. La tierra que se utiliza para alimentar al ganado podría utilizarse para otros cultivos. ¿Sabían que un alto porcentaje de las tierras cultivadas sirven sólo para el alimento de ganado y que un porcentaje más bajo sirve para el consumo directo? A mí todo esto me hace mucho ruido. Y ni siquiera me estoy metiendo con un tema tan doloroso como lo horrible que son los mataderos donde las liquidan luego de llevar una vida extenuante y esclava.
Pero volviendo al guiso de lentejas...algo tan bueno como a la lenteja -con todos los nutrientes que ya lleva- ¿qué necesidad hay de meterle carne, panceta y chorizo colorado salvo, claro está, por el paladar de los consumidores? Es decir, salvo por cuestiones culturales. El gusto es algo cultural, claramente. Algo que vamos heredando y que, a veces, se amplia por la curiosidad o las oportunidades que la vida misma nos ofrece. Pero estamos en tiempos en los que hay que pensar en las siguientes generaciones. La tierra es finita y tiene que alcanzar para todos. Por otro lado, algo que me parece absurdo es la cantidad de energía que los cuerpos necesitan para metabolizar después toda esa grasa que no necesitan. Entiendo que a un esquimal no le vas a dar una lechuga para que se nutra pero nosotros no somos esquimales ni hombreamos sacos en el puerto. De hecho, casi todas las actividades diarias que realizamos nos obligan a mantener el cuerpo quieto.
No soy vegetariana. Aún siento el impulso de comer carne. Esto es así y no lo reprimo. Son muchos años de consumo de carne y muchas generaciones en mi familia que lo han hecho. Aún no he abandonado el pescado (y no sé si alguna vez pueda hacerlo). Lentamente voy dejando de comer pollo y cuando lo consumo intento que sea pollo de campo. Pero de lo que sí estoy segura es que no quiero consumir más carne de vaca.
No deberíamos comer vacas por muchas razones. La vaca hace rato que ha dejado de ser el animal pacífico que pastaba en el campo verde. Por otro lado, si se piensa bien, con el equivalente de alimento que se le da a una vaca se podrían alimentar 25 personas y no 2 como generalmente ocurre. La tierra que se utiliza para alimentar al ganado podría utilizarse para otros cultivos. ¿Sabían que un alto porcentaje de las tierras cultivadas sirven sólo para el alimento de ganado y que un porcentaje más bajo sirve para el consumo directo? A mí todo esto me hace mucho ruido. Y ni siquiera me estoy metiendo con un tema tan doloroso como lo horrible que son los mataderos donde las liquidan luego de llevar una vida extenuante y esclava.
Pero volviendo al guiso de lentejas...algo tan bueno como a la lenteja -con todos los nutrientes que ya lleva- ¿qué necesidad hay de meterle carne, panceta y chorizo colorado salvo, claro está, por el paladar de los consumidores? Es decir, salvo por cuestiones culturales. El gusto es algo cultural, claramente. Algo que vamos heredando y que, a veces, se amplia por la curiosidad o las oportunidades que la vida misma nos ofrece. Pero estamos en tiempos en los que hay que pensar en las siguientes generaciones. La tierra es finita y tiene que alcanzar para todos. Por otro lado, algo que me parece absurdo es la cantidad de energía que los cuerpos necesitan para metabolizar después toda esa grasa que no necesitan. Entiendo que a un esquimal no le vas a dar una lechuga para que se nutra pero nosotros no somos esquimales ni hombreamos sacos en el puerto. De hecho, casi todas las actividades diarias que realizamos nos obligan a mantener el cuerpo quieto.
martes, 5 de junio de 2012
Al pan pan
Aparte de que el horno encendido calienta los hogares ahora que el frío esta presente, el comer un pan amasado por nosotros y sano es un regalo hermoso que podamos brindarnos, solo tenemos que invertir en:
1. Tiempo. Un rato (cuanto más frecuente se hace menos tiempo nos lleva)
2. Un kilo de harina integral, superfina.
3. un sobre de levadura seca
4. 700cm3 de agua tibia
5. una cucharada de sal
6. Aceite, a ojo, medio vaso quizás.
Tal como quede con Flor, acá mi receta actual de pan casero integral 100%.
Pongo la mitad de la harina con el agua y la sal, mezclo con batidor de metal para que se haga una crema. Luego le agrego el resto de la harina y el aceite y meto un poco de mano para unir bien y quede una masa lisa. Esta es la receta que viene con la levadura seca, ningún secreto. Mi real secreto es encender el horno, y poner la masa a reposar en bols amplios tapados sobre el horno. Es sabio aprovechar el horno para hornear otras cosas que tengamos ya preparadas, ya que tardara un buen rato en levar al triple. Cuando esto suceda se van tomando bollos acorde al tamaño del pan que querramos. Con estas cantidades yo hago dos panes grandes en budinera tamaño 5 y me queda un resto que lo aprovecho para hacer pizzas, una o dos depende el espesor que nos guste.
El bollo de masa levada, se lo amasa un poco, según el nivel de alteración que tengamos podemos darles unas piñas con puño cerrado, podemos meterle los dedos (siempre manos bien limpitas) si estamos más tranquilos podemos apretarla con golpecitos, todo sirve. Yo lo que hago es untar en aceite la budinera y acomodar la masa allí, tomando en cuenta que levara al doble. Para esto, vuelvo a taparla y dejarla sobre el horno que sigue encendido. Cuando crece y crece y crece al doble de tamaño... meto al horno temperatura media. Nunca se cuando esta y cuando no pero es algo así como media hora.
Cualquier cosa me preguntan o comparten experiencia y recetas!!!
jueves, 24 de mayo de 2012
Hamburguesas de quinoa
Decidí que ya era hora de hacer mis propias hamburguesas de quinoa. Hasta ahora las venía comprando (son bastante caras, debo decir). No había tenido buena suerte por el momento: se me desarmaban, me quedaban deformes, anodinas, sosas. Pero me encontré con el blog de Caro Pimiento y allí descubrí que no era muy complicado. Simplemente había que dedicarse un poquito. Caro, en su receta, hacía unas milanesas de arroz yamani y lentejas. Yo, como tenía cocida la quinoa desde ayer, decidí usar en la preparación quinoa en vez de arroz yamaní.
Y el resultado fue el siguiente:
A falta de lentejas, le agregué una crema de porotos mung con ajo que me había quedado de otra preparación (cocidos y luego procesados con ajo crudo). Luego, en una ollita rehogué 1 cebolla pequeña, 1 puerro y una zanahoria rallada.
Junté todo en el mismo bol y mezclé todos los ingredientes como para que se forme una pasta bien amalgamada. Para ello, además, le agregué 5 cucharadas de pan rallado (no tenía germen de trigo pero eso hubiera estado muy bien), condimenté con sal, pimienta, ajo y perejil.
Finalmente me armé de coraje y con estas manitos me puse a armar las hamburguesitas. Para ello me ayudé rebozándolas con más pan rallado. Si se prefiere se podría utilizar rebozador de arroz (pero yo no tenía).
Luego de una pasadita por el horno... salió ¡ESTO!
¿Hermosas, no?
Y el resultado fue el siguiente:
A falta de lentejas, le agregué una crema de porotos mung con ajo que me había quedado de otra preparación (cocidos y luego procesados con ajo crudo). Luego, en una ollita rehogué 1 cebolla pequeña, 1 puerro y una zanahoria rallada.
Junté todo en el mismo bol y mezclé todos los ingredientes como para que se forme una pasta bien amalgamada. Para ello, además, le agregué 5 cucharadas de pan rallado (no tenía germen de trigo pero eso hubiera estado muy bien), condimenté con sal, pimienta, ajo y perejil.
Finalmente me armé de coraje y con estas manitos me puse a armar las hamburguesitas. Para ello me ayudé rebozándolas con más pan rallado. Si se prefiere se podría utilizar rebozador de arroz (pero yo no tenía).
Luego de una pasadita por el horno... salió ¡ESTO!
¿Hermosas, no?
lunes, 21 de mayo de 2012
Jugos
-Mi botica es la verdulería, m'hijita - me dice ella - Hace años que no me resfrío-.
Yo la miro admirada y pienso cuánta razón tiene.
Les dejo un jugo que me gusta mucho y que estoy tomando todas las mañanas en ayunas.
-2 zanahorias peladas
-1 manzana roja pelada
-1 ramita de apio
-un trocito de jengibre
Todo pasado por el extractor de jugos y ¡voilà!
Cómprense un extractor de jugos. Es la mejor inversión. Piensen en todo ese dinero malgastado en redoxón.
Y sí, disfruten.
Yo la miro admirada y pienso cuánta razón tiene.
Les dejo un jugo que me gusta mucho y que estoy tomando todas las mañanas en ayunas.
-2 zanahorias peladas
-1 manzana roja pelada
-1 ramita de apio
-un trocito de jengibre
Todo pasado por el extractor de jugos y ¡voilà!
Cómprense un extractor de jugos. Es la mejor inversión. Piensen en todo ese dinero malgastado en redoxón.
Y sí, disfruten.
martes, 15 de mayo de 2012
¡Súper pizza integral!
Como quedaba algo de la masa del pan que había hecho y el horno literalmente estaba para bollos decidí hacer una pizza integral.
Estiré el bollo hasta dejarlo bien chatito e inventé esta pizza que originalmente iba a ser una tarta.
En la base:
-Puré de calazaba, zanahoria y berenjenas. Las calabazas y las zanahorias fueron hervidas con un puñadito de sal previamente (guarden el caldo para otra sopa, es buenísimo y da sabor).
-Las berenjenas no son macrobióticas, son muy yin y no deberíamos comerlas en demasía. Pero había quedado un puré de berenjenas que había hecho el hombre light de otra comida.
Para finalizar:
-Coroné la pizza con espinaca cocida al vapor, cebollas y ají salteados en una sartén y trocitos de queso por salut.
Todo muy ma non troppo esta vez, como verán. Mi marido anoche cenó feliz.
¡Amasa la masa!
Cansada de comprar el pan en Hausbrot y teniendo una buena receta de pan integral a mano decidí amasar el pan con estas manitos que tengo. Fui a buscar la receta que estaba escondida en un cajón y me encontré con algunas anotaciones pertinentes que paso a compartir con ustedes.
Primero que nada: la harina integral es más pesada que la harina blanca porque ¡es integral! De modo que si van a usar 50 gr de levadura fresca, en vez de usar 1 kilo de harina integral lo mejor es usar 900 gr. Esta sería la primera recomendación para que el pan leve mucho y quede esponjoso.
Como me gusta mucho usar la levadura fresca paso a explicarles como hacer una rica esponja de levadura. Desgranamos la levadura en un bol pequeño y le agregamos un poco de harina integral. Lo mezclamos. Yo uso los dedos porque me gusta hacerlo todo con la mano pero si ustedes son quisquillosos utilicen una cuchara. El agua que usaremos debe estar preferentemente tibia, entre lo 30º y 35º. Tengan cuidado de que no esté muy caliente porque corremos el riesgo de matar a la pobre levadura (¡que está viva!). Luego mezclamos todo esto hasta que quede una consistencia cremosa. A lo último espolvoreamos un poquito de azúcar (tan sólo para darle de comer a la levadura y que la esponja se haga bien feliz). En un rato verán que la consistencia cremosa empieza crecer y se hace esponjosa, como si fuera una espuma.
Hacemos una corona con los 900 gr de harina integral y en el centro colocamos la espuma de levadura. A los costados espolvoreamos un poco de sal (a gusto) y agregamos un chorro de aceite de lo que gusten (pueden jugar con aceites raros y sino usan uno neutro de girasol). El aceite es importante porque la grasa hará que la masa leve más fácilmente. Finalmente le agregamos agua (se puede jugar con leche, té, jugos de remolacha, zanahoria, espinaca y hacer panes de colores). Se amasa de modo que todos los ingredientes se amalgamen, se puntea y se deja levar unos quince minutos. (Yo acá ya prendo el horno para que la cocina quede calentita y leve más a gusto).
El bollo duplicará su volumen. No esperen que leve como la harina blanca, es imposible. La harina integral siempre es más pesada (esto ya lo dije, perdonen). Pero no se preocupen, salen unos panes deliciosos. ¡Confíen!
Una vez que duplica el volumen se vuelve a amasar para desgasificar la masa y quitarle la combustión de gases (que es lo que nos da acidez después). Pueden separar en bollos o ponerlo todo en un molde.
Se lo hornea durante 45 minutos en un horno bien bajito. Si quieren que salga crocante humedezcan un poco la masa.
Está listo cuando al sacarlo del horno se lo golpea y suena a hueco. Entonces lo apoyamos en una madera para que absorba la humedad y lo tapamos con un paño.
¡Voilà!
lunes, 14 de mayo de 2012
¡Fideos de arroz!
domingo, 13 de mayo de 2012
Té de cebada
Este té es depurativo y desinflamante. Purifica la sangre y el hígado, desintoxica el sistema nervioso y nos da mayor claridad mental. También es muy útil en fiebres y resfriados, para hidratar el organismo y mejorar la piel, es ligeramente diurético y ayuda en la eliminación de grasas animales y colesterol.
¿Cómo lo hacemos? Tostamos en una sartén seca los granos de cebada hasta que queden marrones. Luego hervimos 2 cucharadas de estos granos en un litro de agua durante 10 minutos. Podemos tomarnos el té y luego emplear los granos tostados y cocidos en panes o desayunos de cereales.
jueves, 10 de mayo de 2012
Entrevista a Michio Kushi
Como pionero de la Paz Mundial a través de la macrobiótica, el trabajo de Michio Kushi viene desarrollándose desde hace más de 50 años. La macrobiótica busca comprender la interacción entre nosotros y la alimentación que llevamos, el estilo de vida que elegimos y el entorno en el que vivimos. Una dieta macrobiótica consiste en alimentos completos y naturales cuya base esencial consiste en granos de cereal como el arroz integral o el mijo y en una variedad de verduras y legumbres, cosecha de la región.
Michio Kushi ha asesorado a organismos internacionales, como
la ONU y la Organización Mundial de la Salud. En 1998, el Museo Nacional
de Historia de América le entregó un reconocimiento oficial tanto a él
como a su esposa Aveline por su contribución en el desarrollo de un movimiento decisivo hacia hábitos alimenticios más naturales y saludables, educando así a la población mundial sobre los beneficios de la dieta macrobiótica.
Hemos visitado a Michio Kushi en su sede internacional del Instituto Kushi, en el corazón de las montañas de Berkshire, en Massachussets. Nos sentimos afortunados al ser invitados a la comida solemne del Día de Año Nuevo que preparó Kushi
personalmente. Tormentas de nieve prolongadas retrasaron nuestra
partida y la agenda apretada de él hicieron retrasar nuestra entrevista
varias veces. Esto nos permitió, no obstante, adquirir con calma una
comprensión profunda de este hombre y su labor. Vestido con su
acostumbrado traje con chaleco y dando una impresión pausada y
carismática, Michio Kushi nos habló de su filosofía y de cómo surgió, durante la postguerra de Japón, para convertirse en el líder más prolífico del movimiento americano para una salud natural.
Pregunta: ¿Puede contarnos algo sobre su infancia y juventud?
Respuesta: Nací el 17 de mayo de 1926 en Wakayama,
en el Japón central. Mis padres eran los dos maestros y me mudaba mucho
de sitio durante mi infancia. Cuando tenía 12 años empezó la guerra
entre Japón y China y cuando tenía 16 años, Japón entró en la segunda
guerra mundial. Mientras estudiaba en la universidad de Tokio, extensas
áreas de la ciudad fueron destruidas por los B-29 y la comida empezaba a
escasear cada vez más. Cuando se intensificó la guerra se me esbozó un
traslado a las islas sureñas de Okinawa. La mitad de mis compañeros de clase murieron cuando el barco se hundió en el trayecto. Yo me quedé en Kyushu residiendo en la estación de Tosu, a una hora de Nagasaki.
El 6 de agosto de 1945, la comunicación con Hiroshima cesó de golpe. Hubo mucha especulación. Más tarde nos enteramos que Hiroshima había sido destruída completamente y tres días después fue bombardeada Nagasaki. Ayudamos a muchas personas heridas que fueron transportadas en tren fuera de Nagasaki.
P.- ¿Cómo cambió usted de soldado a activista por la paz mundial?
R.- Como toda la gente joven, yo no me preocupaba de
la muerte, pero después de terminar la guerra, me di cuenta que tenía
que continuar viviendo. Mientras estudiaba en la escuela para graduados
se me hizo evidente la necesidad de una federación mundial para que nunca más hubiese guerra. Empecé a mantener correspondencia con America’s United World Federalists
(Federalistas mundiales unidos de América). Me comunicaron que existía
una asociación de gobierno mundial en Tokio. Fui a visitarla y me
encontré con mi maestro George Ohsawa (nacido en 1893). Él no
hablaba sobre ciencias políticas sino sobre filosofía, vida y Yin y
Yang. Vine a América en 1949 para asistir a un congreso de la Federación
Mundial. En aquellos tiempos, muy poca gente podía salir de Japón.
Afortunadamente, uno de los federalistas mundiales, Norman Cousins, se ofreció como garante. Me animaron a quedarme y entrar en la Universidad de Colombia donde empecé a reunir las ideas de varias personas del Plateau, entre ellas conecté con Thomas Mann, quién concibió un orden mundial armonioso.
Cuando tenía 25 años, empecé a pensar que aun cuando se creara un gobierno mundial, a menos que el ser humano se volviera realmente pacífico, no sería un medio de asegurar la armonía.
Se seguiría necesitando leyes estrictas, un ejército y policía, lo cual
no sería una paz verdadera. En su lugar tenemos que desarrollar una
naturaleza humana más pacífica y amorosa. Es muy fácil hablar sobre
fraternidad y paz pero esa clase de cualidad humana tiene que nacer
naturalmente y desde dentro. Deseaba recibir consejo de mis Federalistas
Mundiales más mayores y visité al Dr. Einstein, Norman Cousins, Thomas Mann y muchos otros. Sin embargo, sus respuestas eran: “No sabemos; no sabemos cómo volver la naturaleza humana pacífica”. Me decían: “Solamente tienes que comprenderte a ti mismo.”
P.- ¿Y encontró la respuesta en la alimentación?
R.- Bueno, dudé si continuar estudiando ciencias políticas. Deseaba conocer lo que era la humanidad y cómo los seres humanos podían volverse pacíficos, y así decidí abandonar mis estudios. Me presentaba todos los días en Times Square.
Y desde la mañana hasta la noche observaba a miles y miles de personas.
Cada una era diferente. Algunas andaban deprisa, otras despacio;
algunas eran altas, otras bajitas, algunas eran rubias, otras morenas.
Me preguntaba por qué teníamos dos ojos, dos orejas y una nariz. ¿Por
qué? ¿Por qué tenemos pensamientos y qué es intuición e imaginación?
¿Qué es la memoria? Me preguntaba sobre todas estas cosas mientras veía
pasar a la gente... Entonces, (castañetea los dedos) me vino un “flash”: todos
los seres, no solamente los humanos, sino también los animales y las
plantas, estamos gobernados e influenciados por nuestro entorno, los
cambios estacionales y las fuerzas cósmicas. Pensé que si hubiese algunos factores que pudiésemos controlar, podríamos cambiar.
Empecé a considerarlos uno a uno descartando aquellos que no podemos
controlar: la luz del sol, el aire, etc., hasta que quedó uno solamente.
Éste era la comida. La alimentación; podemos controlarla al 90%. Pensé que se podría cambiar al ser humano a través de la alimentación.
P.- ¿La alimentación afecta a nuestros pensamientos y acciones?
R.- Los alimentos no están solamente para sostener el cuerpo. Ellos se convierten en vibraciones a través de la digestión. La energía y las calorías son todas vibraciones que cambian nuestra manera de pensar. Los pensamientos son vibraciones.
Así que, si nos alimentamos de una forma, nos volvemos más
competitivos, materialistas o agresivos y si lo hacemos de otra manera,
podemos volvernos más pacíficos y espirituales, especialmente si esto se
mantiene por generaciones. Siguiendo una dieta macrobiótica, la mente se vuelve tranquila y serena.
P.- ¿Cómo nació la macrobiótica?
R.- En efecto, los principios básicos de la Macrobiótica eran conocidos
por filósofos y físicos a través de la historia. El modelo actual se
desarrolló a partir de las ideas de Sagen Ishizuka (nacido en
1851), un médico del ejército que formuló una teoría dietética para
sanar enfermedades. Él adoptó tanto la medicina occidental como las
tradiciones orientales. Cuando mi maestro, George Ohsawa era joven, contrajo tuberculosis. Después de leer el libro Shoku You (Alimento nutritivo) de Ishizuka, puso en práctica la dieta y se curó. Ohsawa se hizo discípulo de Ishizuka y extendió la teoría. Él incorporó el concepto de Yin y Yang y lo bautizó con el nombre de “Macrobiótica”, palabra griega que significa longevidad. Mi esposa Aveline era estudiante de George Ohsawa
en Tokio. Ella llegó a América aproximadamente dos años y medio más
tarde que yo. Con ella formulé mis ideas para establecer una
macrobiótica estándar.
P.- ¿Puede explicarnos más sobre el Yin y el Yang?
R.- Todo fenómeno cambia constantemente entre dos tendencias antagónicas o complementarias;
expansión-contracción, hacia arriba-hacia abajo, la fuerza ascendente
de la tierra y la fuerza descendente del cielo. Todo esto se llama
ampliamente Yin y Yang, siendo el fundamento de filosofías orientales.
En tiempos antiguos, esto era estudiado por todo líder político, pesador
y médico, si no ellos no hubiesen sido capaces de entender la vida.
Todas las tradiciones orientales están basadas en esta idea, ya sea
desde los arreglos florales hasta el Aikido. También
tiene su aplicación en la alimentación. Alimentos tipo Yin, como la
fruta o las hortalizas, contienen una fuerza expansiva terrestre.
Alimentos tipo Yang, tales como la zanahoria o la bardana, tienen la fuerza celeste que es más contractiva. Tenemos que procurar un buen equilibrio en nuestra dieta.
P.- ¿La Macrobiótica prohíbe el consumo de carne?
R.- En la evolución, los mamíferos están muy cerca de
nosotros mientras que los peces están más lejos. Así que si usted quiere
comer productos animales sería mejor una pequeña ración de pescado. La
macrobiótica no es un marco rígido sino que contempla lo que realmente
es necesario para cada persona; uno tiene la libertad de elegir. La macrobiótica
ofrece pautas y dentro de éstas se puede comer carne de vez en cuando.
Sin embargo, se debería tener en cuenta que la ingestión de carne
entorpece la calidad espiritual.
P.- ¿Por qué y cómo acudieron tantos “hippies” a estudiar con usted en los años 60?
En aquellos tiempos daba conferencias en Nueva York pero necesitaba
mudarme a Boston, el centro intelectual de América, para poder
influenciar realmente. Preveíamos que quizás vendrían estudiantes de Harvard pero en su lugar vinieron algunos hippies de San Francisco. Luego éstos empezaron a llamar a sus amigos. Por el año 1960, varios centenares de hippies se juntaron en Boston. Los hippies eran anti-sistema.
Ellos querían un mundo nuevo por lo que mis conferencias y escritos
encajaban con sus filosofías. Entonces establecimos un centro de
estudios dónde enseñé el masaje de Shiatsu y mi esposa, Aveline,
daba clases de cocina. Así empezó todo. Mucha gente tomaba drogas como
marihuana y LSD. A fin de parar aquello, les dijimos que el arroz
integral y la sopa de mijo colocarían aún más. Las autoridades
sospechaban que yo era el cabecilla de una organización de drogas y fui
efectivamente vigilado por la policía. El té Mu,
que es una bebida macrobiótica hecha de nueve tipos de hierbas, fue
analizado bajo sospecha de droga (risas). Ahora suena divertido pero
entonces era muy serio.
P.- Usted dice que es importante hacer lo que a uno le gusta. ¿Nos puede dar un consejo?
P.- ¡No venda su vida! Siempre lo
digo en mis conferencias. Hoy en día, desde el jardín de infancia se
trata siempre de educación, educación, educación y competición. El
objetivo es vender su vida al mejor precio. Luego uno empieza a trabajar
en una empresa o en el gobierno donde todo gira alrededor de posición y
salarios más altos. Todos los días: ¿cuánto?; todas las semanas:
¿cuánto?; todos los meses: ¿cuánto? Está usted vendiendo su vida como
cortando a tajadas un pastel de pescado kamaboko. Cada año usted espera
vender a un precio más alto. Luego, casi llegando a los 60 años, queda
sólo un resto que nadie compra. Así que se jubila... y luego muere.
Entretanto, usted ha vendido toda su vida.
¡No venda su vida! ¡haga lo que sea y que realmente quiera hacer!
Tiene que obrar como dueño de su vida y así alcanza la libertad. No
importa lo difícil que resulte, no importa el poco éxito que prometa,
¡haga todo lo que realmente desea hacer!
P.- ¿Cuál es su meta para el futuro?
R.- Seguir este sueño. En primer lugar, un
entendimiento mejor de los alimentos y del medio ambiente animaría al
ser humano a evolucionar de forma pacífica y espiritual. En segundo
lugar, cambiaría el sistema económico e industrial para usar nuevas
tecnologías que no contaminen. Como tercer punto crearía un gobierno
mundial y como cuarto punto desearía una raza humana espiritual
y que esta civilización espiritual poblara el mundo entero. ¡Esto es mi
sueño y en el fondo es su sueño y el sueño de todo ser humano!
P.- ¿Qué significa “michi” (el camino)?
R.- ¡Mi nombre! (se ríe). También es el camino del universo, o el Yin y el Yang. Michi significa interpretar y actuar de esa manera.
Sin embargo, de una forma conceptual, pensar que debería hacer esto o
lo otro no es nada bueno. En su lugar, los actos y pensamientos
correctos deberían surgir de una forma natural. Para que esto ocurra,
tenemos que comer bien. En una persona “sana” esta armonía brota sin ningún planteamiento previo, como un acto natural. Esto es michi.
A través de una mayor comprensión del alimento y del medio
ambiente animaría a la humanidad a desarrollarse en la paz y
espiritualidad... este es mi sueño.
Fuente: Revista Natural Otoño 2003
lunes, 23 de abril de 2012
Croquetas nuevas croquetas
Croquetitas de arroz yamaní enriquecidas esta vez con: cebada perlada, avena arrollada, semillas de sésamo, lino y girasol, condimentadas con furikake. Si te quedás con hambre luego de esto, no sé qué decirte.
miércoles, 28 de marzo de 2012
Llegó el otoño: ¡a prender el horno!
Hay gente que se queja cuando uno dice que para comer hay tarta. Como si la tarta fuera un rejunte de alimentos en lata y un cacho de masa comprada en el supermercado.
Las tartas macrobióticas son de lo más nutritivas. Primero porque no llevan masa sino una base de cereales cocidos, preferentemente mijo por su textura.
Esta que ven aquí en la foto tiene esta misma base, una capa de zucchinis previamente cocidos con el método nituke, una capa de puré de calabaza, zanahoria y berenjenas y... un poco de queso por salut (esto si quieren hacerlo estrictamente macrobiótico es preferible que no lo incluyan). Pero bueno, ¡queda tan rico!
Al frío, siempre buena cara...
lunes, 9 de enero de 2012
Ensalada veraniega oriental
Ok. Nos estamos ahogando. Necesitamos algo que nos dé fuerzas, energía para afrontar este calor tremendo.
¡Ensaladas!
Pero, mis queridos, no se puede vivir a lechuga y tomate o frutas.
No, ¡válgame el cielo!
Un plato frío pero que contenga hidratos de carbono complejos. Eso es lo que necesitamos.
Y ¿qué mejor que el arroz integral para este propósito?
Ingredientes:
arroz integral
zanahorias
repollo
cebolla
almendras
pasas de uva
perejil picado
¿Cuál es el truco de este plato?
Hay que rehogar las zanahorias cortadas en kimpira (tiritas) junto con la cebolla en una gota de aceite y sal. ¿Recuerdan el procedimiento? Busquen sino cómo hacer un nituke en el blog, está en las etiquetas. El repollo yo lo agregué crudo y cortado en tiritas finitas pero si quieren pueden rehogarlo también.
Luego se lo agregamos al arroz, espolvoreamos pasas de uva, perejil picado y almendras (las castañas de caju son lo mejor pero no tenía y seguramente no son nada macrobióticas).
Lo condimentamos con aceite neutro de girasol, muy poca sal (recuerden que el nituke le agrega sal a las verudras cocinadas) y un toque de vinagre o aceto balsámico.
Queda muy onda oriental y les aseguro que despejan el hambre en un santiamén.
¡Recomendado para quienes ese día tienen que hacer ejercicio!
¡Feliz comienzo de 2012!
sábado, 24 de septiembre de 2011
¡Espárragos, espárragos, se sirven en la mesa! ¡Espárragos, espárragos, para la tía Teresa!
Quien no haya visto Alf no entenderá el título de este post. De todos modos, no importa porque sí, este post va a hablar de lo rico que son los espárragos y de cómo es que estamos en la mejor época para comerlos. Si van a la verdulería verán que aparecieron los paquetes de espárragos nuevamente como así también las frutillas. Esto quiere decir que es época y que avanti con los largiruchos verdes.
Les había prometido mis croquetas de arroz yamaní (que no son perfectas como las hamburguesas de Amaranto). Vieron que a veces no da comer arroz todo el tiempo. A veces necesitamos comerlo de otro modo. Y lo mismo sucede cuando nos quedan esos restos de cereal en un tupper en la heladera. ¿Qué hacer? ¿Volver a recalentarlos? Lo mejor sería comprarse una arrocera pero mientras ahorramos para ello, mejor probar con las croquetas.
A las croquetas de arroz le podemos poner lo que nos guste para saborizarlas. En este caso yo le agregué cebollita de verdeo previamente salteada con un poquito de aceite y unos pedacitos de queso por salut (oh, no, infringí la ley otra vez, lácteos!). A la mezcla le agregamos un huevo y si queremos que no se desarmen por nada del mundo le agregamos harina. A mí no me importa que queden chuecas y prefiero no agregarles nada para que me queden sólo de arroz. Pero acá hay gustos para todo. Luego con la mano hacemos unos lindos bollitos y al horno por unos veinte minutos en una placa precalentada con un poquito de aceite.
¿Y las frutillas? AAAAAH. Eso es lo que les quería comentar. Las frutillas, mis amigos están.... en la ensalada. ¿Nunca probaron? ¡Son muy ricas condimentadas con pimienta! La ensalada que ven ahí contiene rúcula, zanahoria rallada, brotes de soja, remolacha rallada (sí, lo sé, estoy monotemática), y un mix de semillas de sésamo, lino y girasol.
Pruébenlas y luego me cuentan. Y si no se animan, bueno, quedan pa 'l postre y ya está.
jueves, 22 de septiembre de 2011
La clave es: ma non troppo
Insistimos con la remolacha cruda (espero que ningún macrobiótico muy estricto lea este blog y si es así... bueno, escuchamos sus opiniones al respecto). Y ya que me preguntaron voy a explicar por qué no es muy recomendable comer remolacha cotidianamente (y resalto esta palabra a propósito).
Primero que nada, la cocina macrobiótica no es muy fan de los alimentos crudos porque apagan el fuego del estómago. Hablando en occidental y cristiano esto quiere decir que los alimentos crudos son más difíciles de digerir que los alimentos cocidos y nos debilitan.
No es que no podamos comer nunca remolacha pero no está dentro del conjunto de las raíces principales que nos hacen bien como, por ejemplo, la zanahoria, el nabo, los rabanitos, la bardana. Todas ellas son raíces de carácter más bien Yang y nos dan fortaleza para afrontar el invierno y la primavera. A diferencia de la papa, batata y remolacha que tienen un carácter más Yin y nos debilitan. Pero esto no quiere decir que si alguien que goza de buena salud y quiere comerse una ensalada de papa, remolacha y huevo se vaya a enfermar. Sólo que traten de no hacerlo todos los días. Más adelante, podemos hablar un poco mejor de esto y ampliar qué verduras son preferentemente las más equilibradas.
Lo que ven ahí es una hamburguesa de arroz yamaní que además contiene calabaza, zanahoria y semillas de sésamo y lino. No la hice yo (no me quedan así de perfectas pero ya les voy a mostrar unas croquetas medio deformes riquísimas que ustedes pueden hacer y mejorar obviamente!). Esta marca se llama Amaranto y la consiguen en las dietéticas amigas. Tienen hamburguesas de arroz yamaní con varios ingredientes. Mezclan brócoli, zanahoria, tofu, cabalaza. Son geniales para sacarnos de un apuro si no hay tiempo para complementar nuestro plato con una porción de cereales integrales (ya saben, los cereales integrales: arroz yamaní, cebada perlada, mijo, quinoa, fundamentales para nuestros platos llevan su tiempo hacerlos). Vienen frizadas y, así como están, van directas al horno. En un periquete tenemos un super plato nutritivo que nos saca del paso si no tuvimos tiempo de cocinar.
A veces, hay que postear cosas prácticas porque como viene la vida hoy en día... mejor que existan estas opciones, ¿no?
miércoles, 21 de septiembre de 2011
Primavera agarrate!
¡Viva el color y la expresión!
¡Vamos los sabores a flor de piel!
¡Vamos!
Así nomas, algo sabrosito, fácil, colorido y abundante. De eso se tratan últimamente los mediodías en esta casa. ¡Hay que florecer! ¡Y para florecer necesitamos alimentarnos bien, nutrirnos, regarnos!
Este plato luce:
-Rodajas de zapallo anco al horno condimentado con aceite de oliva, sal y pimienta.
-Mijo hervido en agua con sal y un poquito de curry. Espolvoreado con perejil picado y un poquito de ciboulette que Claudia nos regaló de la huerta. ¡Gracias!
-Ensalada de zanahoria rallada y remolacha cruda. Ok, no es macrobiótica, lo sé. Pero es taaaan rica y sabrosa. Taaaan rica condimentada con un poquito de vinagre. La mezcla del dulzor de la remolacha con el vinagre no tiene precio. Pruébenlo si no saben de qué estoy hablando.
-Brócoli hecho al vapor con ajo (el ajo también, al vapor, hecho junto con el brócoli). Es facilísimo de hacer y sabe muy bien!
Y ahora sí. Bon Apetit!
sábado, 13 de agosto de 2011
Invitación nada Macrobiótica pero muy Integral
miércoles, 10 de agosto de 2011
¡Merienda sin pan que ayuda a recuperar energías!
Hoy se me terminó el pan.
Se me terminó el pan y enseguida pensé: ¿qué será de la merienda sin mis tostadas?
Pensé en lo que tenía en las alacenas y en la heladera. Y la respuesta no se hizo esperar. "¿Y si me hago una granola caserita?"
¡Buenísimo! Gracias al cielo tenemos nuestra biblioteca naranja siempre provista de tarros de vidrio que contienen cereales, legumbres, frutas secas, etc. Como dice el hombre light cuando ve que los ingredientes en la heladera comienzan a mermar: "Cariño, con la biblioteca naranja jamás moriremos de hambre".
Entonces, para organizar esta merienda tenía:
1 Manzana (en la heladera) que pedía a gritos que alguien se la comiera
1 tarro con avena arrollada
pasas de uva
miel
Puse al fuego una sartén. Pelé la manzana y la corté en cuadraditos. Puse la avena arrollada en la sartén a fuego muy pero muy bajito y la dejé que se tueste un poco. Le agregué una cuchara de miel, las pasas de uva cortaditas chiquitas, y la manzana en cuadraditos. Revolví con cuchara de madera. La miel se fue derritiendo y mezclando con la avena y las manzanas. Condimenté con un poquito de canela. Y serví.
El hombre ligth se lo comió con leche.
Yo no.
Ambos dijimos: delicioso.
Por favor, pruébenlo. Ah, si tienen nueces o almendras...¡mejor!
GLUP :)
Se me terminó el pan y enseguida pensé: ¿qué será de la merienda sin mis tostadas?
Pensé en lo que tenía en las alacenas y en la heladera. Y la respuesta no se hizo esperar. "¿Y si me hago una granola caserita?"
¡Buenísimo! Gracias al cielo tenemos nuestra biblioteca naranja siempre provista de tarros de vidrio que contienen cereales, legumbres, frutas secas, etc. Como dice el hombre light cuando ve que los ingredientes en la heladera comienzan a mermar: "Cariño, con la biblioteca naranja jamás moriremos de hambre".
Entonces, para organizar esta merienda tenía:
1 Manzana (en la heladera) que pedía a gritos que alguien se la comiera
1 tarro con avena arrollada
pasas de uva
miel
Puse al fuego una sartén. Pelé la manzana y la corté en cuadraditos. Puse la avena arrollada en la sartén a fuego muy pero muy bajito y la dejé que se tueste un poco. Le agregué una cuchara de miel, las pasas de uva cortaditas chiquitas, y la manzana en cuadraditos. Revolví con cuchara de madera. La miel se fue derritiendo y mezclando con la avena y las manzanas. Condimenté con un poquito de canela. Y serví.
El hombre ligth se lo comió con leche.
Yo no.
Ambos dijimos: delicioso.
Por favor, pruébenlo. Ah, si tienen nueces o almendras...¡mejor!
GLUP :)
jueves, 4 de agosto de 2011
Días invernales
Para estos días tremendos de frío que clava agujitas en la piel lo mejor para entrar en calor es tomarse una buena sopa de verduras.
¿O no?
Hicimos cantidades industriales que luego frizamos en tapercitos calculando unas dos porciones. Perfecto. Si son más en la familia lo frizan de acuerdo al número de comensales , si estás solito o solita... recomendamos frizarlo en un bolcito, o bien, un mug.
Acá, en esta olla, tiramos de todo. Pero el ingrediente que le dio toda la onda fue la remolacha. Sí, señores. REMOLACHA. Incluidas las hojitas. A esta sopa en particular le agregamos lentejas coral porque se deshacen en el caldo haciéndolo más espeso y le da un sabor delicioso. ¡Pero ustedes le pueden agregar lo que gusten! En invierno, cuando hace mucho frío, está bueno agregarles legumbres y cereales a los caldos: porotos aduki o cebada perlada. ¡Lo que ustedes prefieran! Enriquecen a la sopa y se dan más calorcito por dentro.
Acá, en esta olla, tiramos de todo. Pero el ingrediente que le dio toda la onda fue la remolacha. Sí, señores. REMOLACHA. Incluidas las hojitas. A esta sopa en particular le agregamos lentejas coral porque se deshacen en el caldo haciéndolo más espeso y le da un sabor delicioso. ¡Pero ustedes le pueden agregar lo que gusten! En invierno, cuando hace mucho frío, está bueno agregarles legumbres y cereales a los caldos: porotos aduki o cebada perlada. ¡Lo que ustedes prefieran! Enriquecen a la sopa y se dan más calorcito por dentro.
lunes, 9 de mayo de 2011
¿Cuscus dulce?
Con un poco de imaginación se pueden preparar postres dulces que no perjudiquen nuestro organismo. Por supuesto que vale aclarar que no estamos en contra de aquellos postres que producen muerte súbita al pobre páncreas. Si uno está sano, algunos cumpleaños ameritan que uno se aleje del camino diario (y que el páncreas trabaje un poquito, che). Porque de eso se trata. Alimentarse bien diariamente para luego poder darse unos pequeños gustos. Hay postres y festejos que bien valen la pena.
Una vez aclarado este punto paso a mostrarles un postre vegano que aprendí hace unos años con un chef que hoy en día vive en Entre Ríos y tiene un proyecto hermoso. Martín nos hizo dar cuenta de lo poco desarrollada que estaba la repostería vegana. Y nos enseñó a jugar con los ingredientes. También nos hizo ver que agregar un huevo a una preparación no era tan terrible y que si usábamos ghee en vez de manteca tampoco era la muerte de nadie.
Lo que ven en la olla es cuscus. Sí señores, cuscus dulce. La preparación además contiene manzana rallada, avena arrollada, pasas de uva, castañas de cajú y harina de algarroba. Para preparar un cuscus dulce se pone a hervir una taza y media de agua. Al agua le podemos agregar azúcar integral o bien miel para endulzarla. También podemos agregar algunas especias como canela, cardamomo y hierbas como cedrón o kafir (que es parecido al cedrón pero un poco más fuerte). Una vez que el agua hierve se hidrata una taza de cuscus. Se lo agrega en forma de lluvia, se apaga el fuego y se va revolviendo hasta que el cuscus absorba todo el agua. Una vez que esto sucede se le añaden dos manzanas ralladas (o más, esto es a gusto de cada uno), se le espolvorea harina de algarroba, avena arrollada, castañas de cajú, pasas, nueces (si les gustan, obvio) y una cucharadita de polvo de hornear. Esta preparación va al horno unos 20 minutos.
Los cortan en cuadrados y lo sirven. Los que quieran pecar un poquito le agregan una bochita de helado. Queda delicioso.
Una vez aclarado este punto paso a mostrarles un postre vegano que aprendí hace unos años con un chef que hoy en día vive en Entre Ríos y tiene un proyecto hermoso. Martín nos hizo dar cuenta de lo poco desarrollada que estaba la repostería vegana. Y nos enseñó a jugar con los ingredientes. También nos hizo ver que agregar un huevo a una preparación no era tan terrible y que si usábamos ghee en vez de manteca tampoco era la muerte de nadie.
Lo que ven en la olla es cuscus. Sí señores, cuscus dulce. La preparación además contiene manzana rallada, avena arrollada, pasas de uva, castañas de cajú y harina de algarroba. Para preparar un cuscus dulce se pone a hervir una taza y media de agua. Al agua le podemos agregar azúcar integral o bien miel para endulzarla. También podemos agregar algunas especias como canela, cardamomo y hierbas como cedrón o kafir (que es parecido al cedrón pero un poco más fuerte). Una vez que el agua hierve se hidrata una taza de cuscus. Se lo agrega en forma de lluvia, se apaga el fuego y se va revolviendo hasta que el cuscus absorba todo el agua. Una vez que esto sucede se le añaden dos manzanas ralladas (o más, esto es a gusto de cada uno), se le espolvorea harina de algarroba, avena arrollada, castañas de cajú, pasas, nueces (si les gustan, obvio) y una cucharadita de polvo de hornear. Esta preparación va al horno unos 20 minutos.
Los cortan en cuadrados y lo sirven. Los que quieran pecar un poquito le agregan una bochita de helado. Queda delicioso.
lunes, 21 de marzo de 2011
En casa no todos somos macrobióticos
En casa, no todos somos macrobióticos. Lo pueden comprobar con esta foto donde la mitad de esta tarta sin masa tiene queso (por salut) y la otra mitad no lo tiene. En este camino, la tolerancia ante todo.
La tarta sin masa contiene varios restos de comidas anteriores. Entre ellas:
1) Un revuelto de zapallitos del mediodía (nada macrobiótico por el huevo, pero bueno, hay cosas peores).
-Pelar zapallitos, cortarlos.
-Rehogar una cebolla junto con los zapallitos. Agregar un huevo y revolver. El hombre light lo hizo con muy poquito aceite agregándole agua y sal a la cocción y tapando la preparación (un método parecido al nituke).
2) Puré de zapallo anco. Mmmmh, delicioso.
3) Arroz yamaní con vegetales cocidos a saber: puerros, remolacha, zanahorias, cebollas.
-Hacer el arroz tal como se describió en otro post.
-Los vegetales se hacen aparte con el método nituke. Se pone unas gotas de aceite natural de girasol en una ollita, se colocan las verduras, se agrega sal, se tapa la olla y se deja cocinar a fuego muy lento. El calor y la sal harán que los vegetales exuden su jugo y se cocinen casi en su propia salsa. Si es necesario se agrega muy poquita agua para que no se queme.
Para la noche habían quedado restos de estas tres comidas. En una asadera pirex colocamos el puré de zapallo y arriba la mezcla de los zapallitos y el arroz con vegetales. El hombre light le agregó a su mitad queso por salut.
Una delicia. ¡Prueben hacer sus propias tartas sin masa con lo que les sobre! Es muy rico y nutritivo. Hay quienes le llaman a esto terrinas. Pero la consistencia no queda muy de terrina realmente. Ojo que al servir se desarma.
La tarta sin masa contiene varios restos de comidas anteriores. Entre ellas:
1) Un revuelto de zapallitos del mediodía (nada macrobiótico por el huevo, pero bueno, hay cosas peores).
-Pelar zapallitos, cortarlos.
-Rehogar una cebolla junto con los zapallitos. Agregar un huevo y revolver. El hombre light lo hizo con muy poquito aceite agregándole agua y sal a la cocción y tapando la preparación (un método parecido al nituke).
2) Puré de zapallo anco. Mmmmh, delicioso.
3) Arroz yamaní con vegetales cocidos a saber: puerros, remolacha, zanahorias, cebollas.
-Hacer el arroz tal como se describió en otro post.
-Los vegetales se hacen aparte con el método nituke. Se pone unas gotas de aceite natural de girasol en una ollita, se colocan las verduras, se agrega sal, se tapa la olla y se deja cocinar a fuego muy lento. El calor y la sal harán que los vegetales exuden su jugo y se cocinen casi en su propia salsa. Si es necesario se agrega muy poquita agua para que no se queme.
Para la noche habían quedado restos de estas tres comidas. En una asadera pirex colocamos el puré de zapallo y arriba la mezcla de los zapallitos y el arroz con vegetales. El hombre light le agregó a su mitad queso por salut.
Una delicia. ¡Prueben hacer sus propias tartas sin masa con lo que les sobre! Es muy rico y nutritivo. Hay quienes le llaman a esto terrinas. Pero la consistencia no queda muy de terrina realmente. Ojo que al servir se desarma.
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