La torta fue un éxito. ¡No quedaron ni las miguitas! Pudimos apreciar su textura húmeda y comprobar que los arándanos y las frutillas perfumaron la masa dándole un dulzor sutil e interesante.
Como somos muy inquietas ya se nos ocurrieron algunas variantes que se pueden hacer si queremos lograr un efecto distinto.
Puede usarse harina blanca (aunque ya nos alejaríamos bastante de la macrobiótica) y crema de leche en lugar del mentado yogur descremado, (¡oh dulce pecado!). Bambú sugirió hacerlo con yogur de leche de cabra pero ya me parece demasiado. Bambú, querida... ¿de dónde sacamos una cabra? Pero como sea, es sumamente importante que haya huevos siempre y de no equivocarse con la dosis del polvo de hornear (la próxima vez si usamos harina integral habrá que agregarle un poco más, puesto que es una harina más pesada y levanta menos que la refinada).
También nos queda probar como queda la torta con levadura (la receta original decía que llevaba levadura en vez del polvo de hornear) pero no quisimos arriesgarnos para el cumpleaños de 60 de mi madre. Ya bastante revolución con que la torta no contenía ni un granito de azúcar, ¿no? Además, como decía la abuela de Ushka (me lo dijo hoy por teléfono y yo les anoto aquí el dato): para repostería siempre es mejor el polvo de hornear pero para panadería es mejor la levadura.
Lo más importante de todo: mi mamá estaba contenta.
¡Glup!
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