La idea de cocinar una torta rica y sin azúcar surgió en el marco del cumpleaños de 60 de mi madre. Siendo diabética desde los 13, era lógico que nunca cocinara tortas dulces. De hecho, todo lo que tuviera relación con la repostería fue un gran misterio para mí hasta que fui grande y quise aprender. La primer torta que hice en mi vida fue un lemon pie para mi novio de ese momento (que por las vueltas de la vida hoy es mi compañero actual). No tuve tampoco abuelas que cocinaran tortas o masitas dulces. Todo lo dulce se compraba en la panadería o confitería. Porque aunque mi madre fuera diabética y no cocinara tortas, el azúcar en mi casa era algo muy natural. Lo no natural era que mi madre no la asimilara al no producir insulina. No voy a explayarme aquí en cómo se produce la maravilla de la asimilación de la glucosa gracias al páncreas nuestro de cada día que todos deberíamos agradecer. No al menos hoy. Tampoco voy a explayarme en el efecto psicológico que se produce en aquel o aquella que durante años asiste a reuniones de cumpleaños, familiares y amigos y queda totalmente exlcuido de la posibilidad de comer lo que se está compartiendo en dicha reunión. Son dos cosas que dejaré para más adelante. Lo que sí voy a hacer hoy es relatarles mi aventura con mi primer torta sin azúcar. Y lo voy a hacer porque no es fácil que un producto así quede rico, diferente y atractivo.
Todo aquel que alguna vez se aventuró en la práctica de hacer tortas sabe que un bizcochuelo es a base de harina, huevos y azúcar. No se necesita mucho más. El azúcar es un ingrediente que no se discute. Entonces, ¿cómo hacer un bizcochuelo sin ázucar? ¿Cómo hacer que una masa así eleve? ¿Es muy importante el azúcar para ello? Consultando un poco las fuente más básicas fui al primer libro de cocina que me regalaron cuando me fui de la casa de mis padres allá lejos y hace tiempo: Blanca Cotta, Técnicas básicas y Recetas básicas. Allí, consultando la sección de dulces descubrí que lo más importante en un bizcochuelo es que los huevos sean bien frescos y que la harina sea común y esté tamizada. ¡Sí, hombres y mujeres de esta tierra! ¡El bizcochuelo común no necesita de ningún leudante o agregado químico para crecer! Y lo que es más ¡no necesita de materia grasa! El secreto está en el arte de saber batir los huevos con el azúcar y luego ir agregando de manera envolvente el harina para no aplastar la masa.
El sábado pasado la situación era la siguiente. Quería probarme a mí misma que podía hacer una torta sin azúcar rica y apetitosa antes del cumpleaños de 60 de mi madre. Una torta que todos quisieran comer, no sólo mi mamá. Una torta que fuera para compartir, no una torta que excluyera. Así que pusimos manos a la obra y elaboramos algo con los ingredientes que teníamos en la heladera. Hubo que inventar porque a falta de ingredientes sobraba imaginación. Había harina leudante y sólo un huevo (mal ahí). Tenía stevia (un endulzante natural sacado de una planta), un yogur descremado con frutos rojos y ¡frutillas! Algo bueno podía salir de eso. Con mucho desorden (recuerden, hice muy poco bizcochuelos en mi vida) pusimos todo en un bowl y batimos por un buen rato. Al batido le agregamos frutillas endulzadas con la stevia y mermelada de frambuesas sin azúcar. Eso fue al horno por unos cuarenta minutos y salió una torta no muy alta pero bastante respetable de aspecto. Como temíamos habernos equivocado con la proporción de la stevia la cortamos al medio y la rellenamos con más frutillas frescas y una mezcla de mendicrim descremado y mermelada de frambuesas.
No voy a darles los detalles de la receta ahora porque faltan mejorar algunas proporciones. Pero estamos en camino de conseguir un buen producto. Al menos para el día final que es mañana. La torta del sábado aunque contenía sólo un huevo fue devorada por todos los comensales (que eran varios). No quedó nada. Así que algo de todo eso tuvo que haber salido bien.
1 comentario:
Hoy en vísperas de la meta de "la Torta sin azúcar" para el cumpleaños de la mamá de Flor hicimos un tips list telefónico.
Contrariamente a Flor, yo amaba tanto los dulces que desde muy pequeña soy muy buena repostera, pero de chocolate, harina blanca, azúcar refinada y dulce de leche... todas cosas que ahora se que debo intentar abandonar.
La idea de Flor es fabulosa, y definitivamente posible, hay que inventar, reemplazar con creatividad las proporciones de: materia seca, materia húmeda, materia grasa, etc.
Lo real, REAL, tal como dice Flor es que el bizcochuelo leva por el batido de los huevos... se hace como un merengue cremoso, espumoso y enorme, se triplica el tamaño de los huevos originales con un enérgico y paciente batido.
Uno de los secretos primordiales, básicos y sencillos: Huevos lo más orgánicos posible y a temperatura ambiente SIEMPRE!!!
Tengo Fé en esta torta: Quiero fotos y muestras gratis de la misma.
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